Fango y arenas movedizas

Cuando el fango deviene en arenas movedizas -valga la metáfora-, los efectos de caer en ellas tienen poco remedio

07 de junio 2024 - 00:00

El fango se está convirtiendo en materia política. No por su acepción más conocida, la del lodo algo pegajoso que se forma con los sedimentos de tierra en sitios donde se estanca el agua, sino por lo que tiene de vilipendio o degradación. Por esto último, el uso de tal término, “fango”, en el enfrentamiento -que no la dialéctica- entre las agrupaciones políticas no es, propiamente, una metáfora, aunque pueda parecerlo si también se alude y se emplean expresiones como “máquina de fango”. No es cuestión de pedir exquisitez, en cuestiones lingüísticas o terminológicas, ante discursos trufados de consignas o de inspiración partidaria. Ni de esperar una oratoria cultivada y cuidadosa, en la que no falte una bien administrada ironía. Mas el debate político, sobre todo en las instituciones parlamentarias y en declaraciones gubernamentales y no partidistas, debería cuidar sus modos y maneras para que, precisamente, no se enlodara con infamias y envilecimientos, tan poco recomendables para la convivencia cívica.

Tienen asimismo que ver con el fango y el lodo las arenas movedizas, fáciles de apreciar en la ficción de recordadas películas -eso de “pelis” más bien parece una cursilería inoportuna, que empequeñece los filmes-, como las de Tarzán. En este caso, sí asiste la metáfora porque las arenas movedizas, en su significado propio, sabido es que resultan de estar sueltas y mezcladas las arenas con mucha cantidad de agua, por lo que soportan poco peso y casi engullen y acaban -de esto la metáfora- con quienes caen en ellas.

Luego, enfangadas las trifulcas políticas, sin que falten los ecos mediáticos y tertulianos -a los que se atribuye complicidad-, debería ponerse no poco cuidado a fin de evitar que las grescas y pendencias de la palabrería artillera no llevaran a despropósitos mayores, como ocurre cuando el fangal deviene en arenas movedizas y los efectos de caer en ellas tienen poco remedio. De este peligroso derrotero, aunque sea bajo la forma de metáfora, acaso pueda librar la cambiante actualidad de las jornadas y el modo en que se olvida lo que ayer desconcertaba. Que así ocurre cuando mengua la capacidad de sorpresa, y hasta de repulsa, o funcionan estrategias distractoras que hacen de las arenas movedizas tierra firme.

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