Luces y Razones
Oscuras claridades
El fascismo acaba de ganar las elecciones en Argentina y Países Bajos, y es previsible que Trump gane las presidenciales en Estados Unidos. En Francia, el fascismo es ya la primera fuerza. Los políticos deben preguntarse por qué está ocurriendo esto en el Mundo.
En España sabemos bien lo que es el fascismo. Tenemos una larga y dura experiencia de ello. Y reciente: aún no hace cincuenta años vivíamos bajo una dictadura militar. Las libertades nos eran desconocidas y no se podía votar porque no existían los partidos ni los sindicatos libres. El nacionalcatolicismo era imperante sobre los usos y costumbres, sobre la moda, la música y la cultura. La educación era sesgada y su fin era preparar mano de obra dócil y barata, y la Historia se enseñaba desde el enfoque de los intereses ideológicos de las clases dominantes, omitiendo los hechos recientes. La mujer era tratada como inferior, vivía bajo la tutela del padre y el marido, y se encargaba de la casa y los cuidados de los hijos. Habrá quien piense que eso ya no puede volver a ocurrir en España. Igual lo pensaba la mayor parte del pueblo durante la II República (1931-1936), y ocurrió. La Guerra Civil desembocó en una dictadura, el franquismo, que retrotrajo al país cincuenta años en la Historia. Volvimos al nivel de desarrollo de mediados del siglo XIX. Eso supuso el fascismo para España. Ocurrió no hace tanto. No se trata de un episodio histórico de la época de los romanos o los árabes. Lo vivieron nuestros padres y abuelos. Fue ayer mismo en términos históricos.
En España hemos parado al fascismo momentáneamente. Pero volverá. El fascismo siempre vuelve. Vivimos una época parecida a la de los años 30 del pasado siglo, cuando Hitler, Mussolini y Franco llegaron al poder en Europa. Vuelven a escucharse proclamas contra los inmigrantes –por más que sean absolutamente necesarios para la economía–, contra los diferentes y contra los que no son “de los nuestros”. Se exacerba el nacionalismo español. Grupos no tan incontrolados recurren a la violencia para imponer sus tesis políticas.
A la izquierda, como es natural, le repugna el fascismo, pero ¿qué hace la derecha? No está diferenciándose de la extrema derecha, como ya hizo durante la II República. Se dice demócrata, pero no condena la violencia de los extremistas. La derecha no se siente amenazada por ese fantasma que hoy recorre el Mundo: el fantasma del fascismo.
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