La esquina
José Aguilar
Un fiscal bajo sospecha
Las elecciones europeas son, de todos los procesos electorales, posiblemente las más importantes por la incidencia que tienen en nuestras vidas las decisiones que se toman en el Parlamento Europeo, a pesar de lo cual son las que tienen una menor participación y generan menos expectativas.
El proyecto europeo fue la apuesta que nuestros padres hicieron, tras la segunda guerra mundial, tratando de encontrar un mecanismo de entendimiento que acabara con los conflictos endémicos que durante siglos habían enfrentado a los países. Ese proyecto está ahora en peligro y la amenaza es desde dentro, porque son los partidos nacionalistas y de ultraderecha los que están negando la identidad europea y pretenden su descrédito y desaparición. ¿Y qué vamos a perder? Pues poder viajar por toda Europa sin necesidad de pasaporte y usando la misma moneda, si se piensa bien una gran ventaja. Poder trabajar en cualquier país sin restricciones. Los jóvenes estudiando en otras universidades con el programa Erasmus, aprendiendo otro idioma, otra cultura, otra forma de entender la vida. Afrontar de forma conjunta los conflictos y problemas que se presenten, como sucedió en la respuesta coordinada al Covig-19. O cosas tan simples como plantear un cargador universal para los dispositivos electrónicos.
A los críticos con la Unión Europea hay que recordarles todos los beneficios que hemos tenido a lo largo de los años que pertenecemos a este gran proyecto. Hemos modernizado nuestras infraestructuras de comunicación con las autovías y líneas de alta velocidad; formamos parte de un mercado de más de 300 millones de personas lleno de oportunidades; hemos recibido ingentes fondos para invertir en regiones desfavorecidas; ayudas económicas para la transición energética y la lucha contra el cambio climático; programas de promoción y fomento del talento entre nuestros jóvenes…etc.
La pena es que la campaña de las europeas no se ha centrado en destacar todos estos valores. Los partidos políticos se han dedicado a pelearse por cuestiones locales, a los ataques personales, a las acusaciones falsas, a las mentiras. Y si a ello unimos las veleidades de algunos jueces que sin despeinarse ejercen de aprendiz de brujo, pues tenemos el coctel perfecto para la desafección, el aburrimiento y la falta de interés por estas elecciones, lo cual es aprovechado por los carroñeros habituales.
¡Hagan el favor de ir a votar el domingo! ¡Nos jugamos mucho!
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