Esquivando éxitos

Son huidas. Eclipses de miedo que nos hace complicado aquello que venía implantado de serie

06 de abril 2024 - 00:15

Entre sacos de cemento y espuertas de escombros, resultaba misión imposible encontrar nada. Por el coste de oportunidad parecía más rentable salir a comprar uno que rebuscar entre las miles de cajas amontonadas en varias habitaciones. El cuartel de mi casa, ordenada, escrupulosamente medida, de reloj británico y a prueba de algodón como aquel anuncio de desinfectante que revisaba las esquinas con guata blanca y olor a pino, se había convertido en una especie de vertedero de muebles, yeso y hormigón. Un lego imposible de construir. Analogía de mi día a día. El reflejo del cristal de la ventana mostraba mi decadencia en paralelo a la finalización de esta obra maldecida peor que la del Escorial. Él andaba esquivando éxitos mientras yo intentaba eludir el dolor. A la par que sus canas rozaban los anales de la gloria yo fondeaba los infiernos del fracaso. Podría haberme vuelto loca de amor, pero supo cuadrarlo a la perfección para que no sucediese. Vete. No soy para ti. Dios nos indica a menudo el camino correcto y nos obcecamos en ir en dirección contraria. POR AHÍ,NO. En mayúsculas. Más voy. Por ahí no. No hay asfalto. Solo piedras, poca visibilidad, nulo recorrido. Cero presente, menor futuro. Pero decidir querer o no, se escapa del control individual. Nunca he estado ilusionada porque ese afanoso estado de ánimo depende de la actitud del de enfrente. Si no la encuentras o son acciones discontinuas que generan ansiedad, alteran el sueño o desconsuelo, nunca puede llegar a implantarse porque nunca se ha hecho fértil. Sin embargo, amar incondicionalmente no depende del acto de otro, sino de las entrañas de cada cual, de adentro. Es ajeno e independiente al sexo y lo carnal. Se sustenta en la voluntad y el compromiso. Hay uniones que existían mucho antes que el encuentro. Hay despedidas que no rompen nada. Personas que nunca se pueden dejar, a pesar del tiempo o la distancia. Somos de esos que se conocían de antes, que se querían de antes y que permanecerán ad eternam. Para siempre. Con ausencias periódicas o intermitentes, de mayor o menor intensidad como el ruido de las de los coches. Son huidas. Eclipses de miedo que nos hace complicado aquello que venía implantado de serie. El dichoso martillo dejó de aporrearme la cabeza y apareció entre los juguetes como una pieza más del cubo de edificación.

Con R de Reina.

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