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Larra nos enseñó a leer en voz alta y a escribir en silencio.La sintáxis de los días comienza cuando la noche ilumina el alba: fonema a fonema, sílaba a sílaba, palabra a palabra. Leer a Larra constituye siempre una aventura textual infinita, puesto que nos adentramos en los placeres de los días, que son el mejor libro en la antología de la existencia. Las horas y los minutos son el testimonio de una nueva guía que nos servirá para redescubrir los misterios de Borges con las gafas de un atardecer en la orilla del mar. Borges y Larra, Larra y Borges, Quevedo y Cervantes, la filosofía y la literatura, cuando buscamos la respuesta al sufrimiento con la verdad de lo que ha sido y de lo que es. Escribir en silencio, Fígaro y solo él. Sabiendo que todo en la vida es la mentira de las palabras cuando la falsedad se apodera de ellas.
Seguimos leyendo a Larra. Su mensaje está más vivo que nunca. Yo lo empecé a leer en las sombras de nuestro querido Castillo de Locubín, cuando los álamos eran primavera y el rio, el mar que nos devuelve a la vida.
Como una metáfora, que nace como una lágrima.
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