Andrés García Ibáñez

Envidia y mal de ojo

Resistiendo

Los diversos males de ojo suelen llegar de entornos muy cercanos, a veces impensables

En muchas culturas, entre las que se cuenta la nuestra, existe la creencia -etiquetada muchas veces desde ámbitos académicos como supersticiosa- en el mal de ojo. Se define éste comúnmente como la supuesta capacidad que tienen ciertas personas de infringir desgracias o enfermedades a otras con solo mirarlas. En la mitología popular hay incluso varios remedios para paliar o anular los efectos causados por el mal de ojo, como rezos o amuletos. El origen del mal de ojo es lo que normalmente se denomina "ojeriza" o "tirria", esto es, la mala voluntad irracional -la maldad inexplicable- contra alguien. Es preciso aquí insistir en el calificativo de "irracional", porque lo normal es que no haya razones lógicas para la existencia de esa animadversión; el afectado no ha ejercido ningún daño previamente a quien le hace mal de ojo. De la ojeriza al mal de ojo hay un paso decisivo, que es el de la inacción a la acción; existe la decisión en firme para ejecutar un mal contra la persona odiada, y esa acción es la proyección de una energía mental malévola contra la otra persona a través de la mirada, la mala mirada. En ocasiones, la fortaleza mental y física del receptor burla o neutraliza el mal de ojo; sucede entonces, a veces, que la maldad del emisor lo intenta de nuevo y prueba con los seres queridos más vulnerables de la persona odiada, como niños o ancianos. Lo normal para quienes tenemos una mentalidad más racional es no creer en estas cosas, pero cuando te afecta de lleno, a ti o a alguno de los tuyos, la cosa cambia. El detonante de todo mal de ojo es la envidia, pura y simplemente; la envidia feroz y malintencionada que tanto abunda a nuestro alrededor. Personalmente, llevo décadas sufriéndola y blindándome contra ella, hasta el punto de haberme vuelto inmune, indestructible. Los diversos males de ojo, que suelen llegar de entornos muy cercanos, a veces impensables, no han podido -ni pueden- nada contra mí. Pero si he visto sufrirlos a mi hijo varias veces siendo un bebé, y milagrosamente volatilizada su enfermedad, al instante, tras los preceptivos rezos o rituales anti-ojeriza. Es la sabiduría popular que, en apariencia, no tiene explicación científica. Y digo en apariencia porque pienso que, estudiando el tema concienzudamente, pues en definitiva se trata de proyección de energías fortísimas, sí podría tenerla. A fin de cuentas, la ciencia ya nos indica que la materia y la energía son equivalentes. ¿Y qué es la energía sino pensamiento, acción dirigida?

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