Luces y Razones
Antonio Montero Alcaide
Navidad
La vida está llena de posibilidades, y convertirlas en realidad requiere probarse a uno mismo, en el sentido de demostrarte, y también a los demás, que eres capaz de superar un reto, alcanzar una meta, o acreditar que sabes. Detrás de cada éxito descubrimos talento, junto a ilusión, esfuerzo, constancia y apoyo de los tuyos en el día a día. Cuando lo que deseas se consigue sin esos condicionantes, especialmente sin esfuerzo y constancia, porque el talento te da para ello, y tienes más que otros que también lo desean, se disfruta igualmente, aunque te pueda quedar el regusto de lo demasiado fácil, y merece todo el respeto, que se pierde cuando el triunfo se consigue haciendo trampa, engañando a todos, a la vez que a uno mismo, a pesar de que puedas sentir regocijo al hacerlo sin que te pillen, e incluso, presumas de ello, que no hay que olvidar que se requiere asimismo habilidad para esto.
Una de las situaciones más comunes en que ocurre es en la realización de pruebas para demostrar que se tiene el conocimiento de algo, lo que se suele denominar como examen. Copiar mientras lo llevas a cabo, sin que te atrapen, y que al salir la calificación, suponga la superación del reto, puede convertirte en el ídolo de tu entorno, especialmente cuando éste es consciente del modo en que lo has alcanzado. Y no cuestionas aquí la acción en si misma, que casi nació con el establecimiento de los sistemas de estudio, sino la reticencia a asumir sus consecuencias cuando te pillan con las manos en la masa.
Si decides arriesgarte a la estafa, tienes que ser consciente de lo que puede ocurrir si quienes son responsables de garantizar la realización de la tarea se dan cuenta de lo que estás haciendo. Lo que no es de recibo es que, cuando te sacan los colores con la chuleta en la mano, o mirando lo que está haciendo el que está sentado a tu lado, o en estos días, haciendo tu trabajo con el Chat GPT, pretendas que no ha pasado nada, que son cosas de estudiantes, que no es preciso el reproche, y menos un castigo, y que hay que darte otra oportunidad, porque tú lo vales.
Lo que de verdad importa es que no lo has demostrado, y cuando tus progenitores tratan, como está pasando, de justificar la acción, y piden amparo para su retoño, a veces en edades en que da sonrojo pensar que puedan intervenir en tu nombre, asume tu responsabilidad y atrévete a lograrlo por ti mismo.
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