Dulces derrotas, amargas victorias

Las contradicciones dan para significados nuevos cuando las expectativas acaban corregidas por la realidad

14 de junio 2024 - 00:00

En la resolución o el desenlace de los empeños, de los litigios, incluso de las confrontaciones o contiendas (no deberían asimilarse a estas las campañas electorales, pero tampoco procede la inocencia), suelen asistir las contradicciones, expresadas mediante la retórica figura del oxímoron. Esto es, la confluencia de términos contradictorios que, en su acercamiento, dan con un sentido nuevo o, al menos, novedoso. Tienen no poco que ver con ello las expectativas, esa forma de la esperanza abierta, que confía en alcanzar hasta lo que, más sensata que esperanzadamente, resulta inalcanzable. A estas recreaciones terminológicas corresponden expresiones como “dulce derrota” o su casi simétrica u opuesta “amarga victoria”. De manera que, con la antítesis, se establece un significado nuevo y, en este caso, relativo. Así, una derrota puede parecer o recibirse como dulce si no es tan grande como se imaginaba; mas también cuando la victoria contraria no se manifiesta como dibujaban las expectativas en el boceto de lo esperado.

Corregidas las ilusiones tras el veredicto de la realidad, quizás no quepa sino afirmar que las posibilidades razonables de que algo ocurra -a esto se deben, de manera genuina, las expectativas- deben apartarse del subjetivismo, pues no han de corresponder a poco juiciosos pronósticos personales, o de la animosidad, si se pretende infundir ánimos o movilizar a adeptos o afines a la causa, por más que, como efecto derivado, se movilicen también los opuestos o contrarios.

En suma, tanto en la razón del oxímoron, con su lógica contradictoria, como en el devenir de la expectativa, con su corregido final, interviene la determinación de la realidad. Por eso se necesitan las ilusiones, aunque no lleven más que a esas relativas contradicciones por las que las cosas -las victorias, las derrotas- dejan de ser lo que, en sentido propio, son y adoptan una transformada naturaleza que las reinterpreta a beneficio, o a causa, de la realidad que se impone. Sí, podría acudirse al realismo mágico para no librar siquiera a la realidad de un carácter, de una entidad, relativa. Aun así, se trataría de una realidad a su manera, más que de una expectativa corregida o de una contradicción de significados. Pues, incluso mágica, la realidad determina con el atributo de lo efectivo, de lo verdadero.

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