La esquina
José Aguilar
Un fiscal bajo sospecha
La república de las letras
EN un artículo sobre la vida poética de la Almería de su tiempo, Celia Viñas afirma: En la ciudad quedan finos y discretos poetas íntimos, jóvenes como Manuel del Águila, José Aguilera, Pepe Fernández Revuelta, Mari Luz López Fenoy… (De esto y aquello. Celia Viñas. Recopilación de Arturo Medina. IEA, 1995, pg. 29). Hace poco hablé aquí de Mariluz. El artículo mereció comentarios muy favorables, que me animan a completarlo: Mariluz es uno de esos personajes perdidos en la Historia que me gustan. Un valor que pudo ser y no fue. No en vano Celia, en carta a la familia de su discípula, ponderó las cualidades de aquella niña de quince años que impresionó a Gerardo Diego en 1948.
Mariluz siempre gustó del dibujo y la pintura. Y escribió poesía toda su vida: Para mí, la más dulce de las letras / quisiera combinar para nombrarte / y de oro, plata, cobre y hojas yertas / formar una palabra que no exista / para que sólo yo pueda nombrarte. Pero nunca fue la suya poesía femenina al uso. Ya jubilada, con sesenta y cinco años, presentó, a instancias de sus amigos, Duermevela (Tágilis Ediciones, 1998), una antología al cuidado de Pilar Quirosa, prologada por Juan José Ceba e ilustrada con exquisitos dibujos de la propia Mariluz. Es el único libro que publicó en vida. Yo he tenido la suerte, gracias a Pilar y a Diego Cara, de hacerme con un ejemplar, y me ha encantado. Es una poesía distinta, nada parecida a la más frecuente hoy, que, o es neorromántica dulzona o se hace filosófica; o es dura de lenguaje y áspera, o directamente incomprensible por su carga de metáforas e imágenes que, además, solo importan al autor; o está encajonada en sonetos clásicos o se dispersa en versos tan libres que se vuelve incoherente. Con este libro la poesía me ha enamorado de nuevo como en los lejanos años de adolescencia. Su mejor poema es, sin duda, la Nana para la Chanca: A la sombra de una torre / de vieja historia morena / tiene mi niño en la frente / arrugas de sal y arena. Y, al final, Mariluz hace su autobiografía poética, prodigio de concisión: Soy del Sur, nací en una esquina al sol / y respiré mar y caracolas y hasta lunas / en las calientes noches de mi tierra. Murió en Pamplona el 18 de septiembre de 2011: …y quiero que mis cenizas / abonen a un árbol joven / y yo renazca en flores. Muchas veces me he preguntado qué fue de cada uno de los alumnos más queridos de Celia, los que a ella le parecieron más prometedores. En palabras de Mariluz: Quisiera saber si el tren tiene / espíritus viajeros. / Si así es, que se pongan en contacto conmigo / y me cuenten de viejas aventuras / por ellos vividas. Quizá una antología, una exposición colectiva en el centenario de Celia…
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