Antonio Lao
El silencio de los pueblos
El pasado mes de junio un buque militar turco mantuvo una actitud ofensiva contra una fragata francesa en el Mediterráneo oriental y el mes de julio buques de guerra turcos y griegos casi llegaron al enfrentamiento cerca de una isla griega próxima a la costa turca, lo que motivó que Atenas suspendiera los permisos de sus militares y declarara el estado de alarma en el país.
¿Cuáles son las razones de este incremento de la tensión en el Mediterráneo oriental y cuáles sus consecuencias? Grecia y Turquía han mantenido disputas de todo tipo durante los últimos doscientos años, cuando la primera consiguió la independencia del imperio otomano que la ocupó durante varios siglos. En 1821 hubo un levantamiento griego, consiguieron la independencia en 1823 y desde entonces las tensiones han sido constantes y también los enfrentamientos militares. Después de la primera guerra mundial Turquía perdió casi todas las islas del mar Egeo en favor de Grecia lo que supuso un movimiento de poblaciones en ambos sentidos.
El episodio reciente más importante fue la guerra griego-turca de 1974, como consecuencia de un golpe de estado impulsado por los griegos en la isla de Chipre, que supuso la división en dos partes de la isla: griego-chipriota y turco-chipriota. Los enfrentamientos dialécticos han sido constantes y han causado muchos problemas, al ser los dos países miembros de la OTAN. Hasta ahora el papel mediador de los EE.UU. ha servido para que la situación no empeorara, pero en estos momentos ese papel se lleva a cabo con menos intensidad y ello ha provocado que la tensión esté llegando en estos momentos a unos niveles peligrosos. Además de las razones históricas de esta rivalidad, en la actualidad hay que sumar la falta de reconocimiento por parte de los turcos de las aguas territoriales de las islas griegas próximas a la costa turca, el descubrimiento de yacimientos de petróleo y gas en la zona y la política ambiciosa y expansionista de Turquía, que se ha puesto de manifiesto en los conflictos de Siria y Libia.
Los dos países cuentan con aliados que están tratando de rebajar la tensión. Alemania en el caso de Turquía y en el caso griego Francia, que está desplegando una gran actividad y ha criticado la actitud turca. La etapa actual de buenas relaciones de Turquía con Rusia también está sirviendo para avivar el conflicto, máxime cuando ello debilita a la OTAN y genera tensiones internas en la Unión Europea, aspectos estos muy importantes dentro de la estrategia rusa.
España se ha manifestado en contra de la vulneración de la ley internacional y los derechos soberanos de los estados, ha apoyado una salida negociada al conflicto y también la labor del alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad.
Otro elemento que subyace es la eterna candidatura de Turquía a formar parte de la UE, que cuenta con países favorables y detractores y que la política cada vez más radical y ambiciosa de Turquía la aleja cada vez más, aunque se pueda utilizar un conflicto como este para intentar conseguir contrapartidas comerciales o de otro tipo.
Aunque no lo parezca, desde el final de la segunda guerra mundial ha habido varios conflictos armados en territorio europeo y, sin remontarnos muy atrás en el tiempo, en los últimos 30 años Europa ha tenido varias guerras: Armenia/Azerbaijan (1988-1994), Yugoslavia (1991-1995), Kosovo (1999) y Ucrania/Rusia (2014). Es cierto que las guerras mundiales quedan ya muy lejos y la mayoría de las heridas han cicatrizado, pero aún quedan situaciones que no fueron resueltas de forma adecuada en su momento y líderes que intentan resolverlas por métodos que todos pensábamos que pertenecían al pasado. El conflicto actual entre Grecia y Turquía es uno de ellos.
Continuamente somos testigos de enfrentamientos motivados por intereses expansionistas de algunos países, para resolver problemas que se han quedado enquistados y que terminan emergiendo de nuevo, por intereses económicos o ideológicos, etc. Cuesta creerlo a estas alturas del siglo XXI, pero muchas de estas situaciones terminan desembocando en conflictos armados de mayor o menor intensidad. Es la triste realidad de la condición humana, así ha sido a lo largo de la historia y no parece que vaya a cambiar.
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