Criminal

16 de abril 2023 - 01:47

Me resulta imposible asimilar las imágenes de la destrucción calculada de Sloviansk , de Bajmut, de cualquier pueblo o ciudad de Ucrania casusa de la barbarie criminal desatada por el mayor criminal con poder omnímodo en Rusia; Vladimir Putin buscado y con orden de detención por la Corte Penal Internacional. Un engendro con la mente sanguinaria de Adolf Hitler y Iosif Stalin; un monstruo.

¿Basta con declarar la deshumanización de este criminal? Imposible convivir en este agitado siglo con quienes comparten simpatías con un criminal; señalarles como criminales todos y cada uno de los que son incapaces de condenar lo que está ocurriendo mientras se toman unas cervezas mirando al televisor como muere un niño en los brazos de su madre, como desparece un edifico de ocho plantas con sus habitantes dentro destruidos por los misiles lanzados contra la población civil, como bombardean un hospital de maternidad, una escuela, un conservatorio, un centro cultural, un museo a manos de mercenarios criminales a sueldo de Putin. Habría que preguntar a esos políticos, a esos periodistas, a esos tertulianos tan afines, tan condescendientes qué les ocurre en las tripas ante las imágenes de total deshumanización, día tras día y así hasta un año y dos meses de barbarie contra la población civil indefensa sin otra causa que el ansia expansionista de poder. Imposible preguntarles por la conmoción, un sentimiento propio de un corazón humano.

Me siento derrotado como europeo, como un ser humano civilizado, porque esto es la mayor muestra de incivilización ante nuestros ojos. Comparto parte de alguna culpa por ver morir en tiempo real con la crudeza de una TV de alta resolución como son masacrados decenas y decenas de miles de inocentes ciudadanos ucranianos, mujeres, ancianos, jóvenes y niños sin poder hacer nada por salvarles. Las matanzas a civiles ordenadas por Putin en Ucrania pasaran a la historia del horror y debieran concernirnos a todos como testigos de estos crímenes de lesa humanidad. Es cierto que Europa y los europeos no estamos preparados para algo así. Que esas muertes habrán de pesar en nuestras cómodas conciencias aquietadas por el confort, por el temor a algo peor, por esa distancia kilométrica que nos separa de Ucrania. Nada más falso, somos víctimas de esta barbarie, somos parte de este modo de vida donde el egoísmo se ha adueñado de la voluntad colectiva y de una conciencia que dejó de ser cívica más allá de la apariencia de una democracia.

A mediados del siglo XX, cuando aquella otra guerra fratricida europea creyó haber derrotado y expulsado de este mundo los monstruos que la provocaron; el fascismo y el comunismo, las Naciones Unidas proclamaron una especie de paz universal. Durante casi sesenta años la guerra se alejó de Europa, generaciones de europeos solo conocieron la paz. El fascismo y el nazismo fueron juzgados por crímenes de guerra. No así el comunismo que continuó sojuzgando , torturando y asesinando a millones de europeos en aquella organización criminal que fue la URSS. Putin fue alumno aventajado en la KGB, aquella academia de la muerte. Y Rusia se enorgullece de ese delirio imperialista que llenó de sangre y fuego los pueblos eslavos y después Europa y el mundo, allí donde se instaló el régimen más genocida que ha superado al nazismo.

Yugoslavia pudo ser un aviso que la paz no era sino un sueño del capitalismo acomodado, bajo la apariencia de la democracia laten impulsos criminales que se están manifestando en los nacionalismos regionalistas alterando la convivencia y destruyendo la paz social. No están a miles de kilómetros como Ucrania, están aquí ,en esta "ciudad alegre y confiada". Nacionalismos que incluso han entablado lazos de complicidad con Vladimir Putin para sus aspiraciones desintegradoras. Con las diferencias de contexto y de posibilidades reales, lo cierto es que la guerra de Ucrania, como antes la de la de Yugoslavia que dejó huellas de horror en Sarajevo, Mostar, Yebrenika, etc. son un serio aviso a los europeos que contemplan un escenario de guerra y masacre desde la distancia emocional y táctica. Un aviso singularmente para España inmersa en un proceso de pulsión nacionalista alentado por todos los grupos y partidos marxistas, estos "pacifistas del no a la guerra" que callan ante las masacres en Irán, Honduras, Venezuela, las encarcelaciones y torturas en Cuba, en Bolivia, etc. Y protestan contra el envío de armas a los ucranianos para que puedan defender sus vidas y su país. Todos estos y quienes les apoyan en los medios de comunicación, intelectuales, artistas, voceadores en TV, cómplices de un criminal de guerra que por ahora masacra a la población civil de Ucrania y más tarde, cuando hubiera ocasión avanzaría hasta esta Europa alegre y confiada en la larga siesta del capitalismo, la UE, y estas democracias menguantes.

Esta guerra, queramos o no va con nosotros, contra nosotros, por la razón fundamental de la libertad y la paz. Esa libertad y esa paz que conquistaron para nosotros otros que fueron capaces de grandes sacrificios, incluso el supremo sacrificio de sus vidas. Y aquí estamos instalados ante el televisor, abriendo los noticiarios con las penúltimas víctimas mortales de una guerra de conquista. Hemos retrocedido al medioevo, la crueldad sin límites campa otra vez por Europa, esta vez es Ucrania. Me niego a mi condición de testigo mudo de esta masacre. Las únicas armas que conozco son la palabra y la escritura. A ellas me entrego aquí y ahora para defender la libertad y la paz, ese bien tan ansiado desde el principio de los tiempos. Cuando veo a una madre atravesada por el dolor sin límite abrazar entre sus brazos a su hijo muerto, una sala de maternidad con bebes recién nacidos calcinados junto a los cadáveres de sus madres , restos humanos entre los escombros de una calle arrasada por un misil, ese dolor me atrapa y me derrumba. Escribe esto un veterano periodista y escritor de edad avanzada sin el renombre de aquellos periodistas y escritores internacionales que hoy tanto se glorifican instalados en 1.937 en un confortable hotel de Madrid para narrar los horrores de nuestra guerra incivil. No veo ahora a ningún internacional famoso, algún escritor, algún intelectual instalado en el Dombás, ni siquiera en Kiev para narrar las masacres diarias en Ucrania. En España quedaron relatos muy premiados de la batalla del Ebro, un cuadro de renombre universal del bombardeo de Guernica. Según el diario el País; "las instituciones vascas homenajean a las 336 víctimas del bombardeo aéreo contra Guernica". Algunas cifras sobre las víctimas mortales en Mariúpol, Bajmut, Sloviansk y otras ciudades de Ucrania; "más de 18.000 víctimas mortales y ocho millones de refugiados "según publica Newtral Data el 23 de febrero de 2023.

Son circunstancias y cifras para algunas reflexiones sobre la naturaleza humana, las consecuencias de algunas ideologías y sobre todo la cobardía. Serán mi palabra y mis letras que en pie firme se alzan contra un criminal genocida; Vladimir Putin y sus aliados allí y aquí.

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