Antonio Lao
El silencio de los pueblos
Los aficionados al ciclismo, entre los que me encuentro, sentíamos y hablo en pasado, cierto orgullo cuando hablábamos de la Clásica Ciclista de Almería. Una carrera que comenzó, como todo, por la ilusión y la apuesta de los hermanos Muñoz. Con el paso de los años se había convertido en todo un referente en el pelotón internacional. Por aquí ha pasado durante décadas lo más granado del mundo de las dos ruedas. Año tras año los organizadores daban pasos en la buena dirección, con el apoyo de las instituciones, en la búsqueda de consolidar una carrera que era vista desde aquí y desde el exterior como el inicio oficioso de la temporada. Pero todo ha cambiado.
No me pregunten los motivos reales porque los desconozco y cualquier análisis puede resultar pretencioso y no ajustado a la realidad. Sólo les voy a hablar de sensaciones, de percepciones, de preocupación y, sobre todo de cierta decepción por lo que veo, que no me gusta.
Vayamos por partes. La curva ascendente de la carrera se trunca hace unos años, cuando las administraciones dejan de apostar de forma clara por el evento. La crisis hace el resto y supongo, sólo supongo, que aparecen ciertos roces o desavenencias entre las partes implicadas, que acaban por dejarse notar en la carrera. Luego está la autocomplacencia. Llega un momento en el que puedes entender que desde la cima nadie te va a bajar pase lo que pase. La realidad, por desgracia, acaba rompiendo cualquier urna de cristal en la que vivas y los cristales acaban cortando cualquier cordón umbilical ligado al éxito. Nuestros vecinos de Jaén, oliendo la sangre y con dinero fresco en el bolsillo, en especial llegado desde la Diputación Provincial, ven la oportunidad, acechan la pieza y acaban por cazarla e introducirla en el zurrón del cazador. Aquí, o bien por dejadez, o bien por incapacidad, o bien por cansancio, o bien por incapacidad económica, se les deja hacer. Miramos como los ciclistas que acuden a la carrera de nuestros vecinos tienen más nombre que los nuestros y los que aquí vienen, circulan por las carreteras casi como un entrenamiento, sabedores que donde hay premios que de verdad merecen la pena es en Jaén. Y llega la edición de este año.
Los organizadores, espero que no sea por autosuficiencia, nos devuelven a la ficha de salida, con una carrera que se parece más a la Ruta de las Hortalizas (sin desmerecerla, por supuesto) que un evento de categoría internacional y con los mejores equipos del panorama. El circo mediático que suele acompañar siempre a un evento de este tipo se apaga en la misma medida que los patrocinadores huyen, se dispersan o se olvidan. Es entonces cuando la visibilidad acaba por oscurecerse, dejando sólo a los adeptos a las dos ruedas como únicos sufridores y seguidores de una carrera que buscaba emular a otras consolidadas del panorama internacional, como la de San Sebastián, y que se ha quedado en el camino.
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