Gafas de cerca
Tacho Rufino
Un juego de suma fea
No hay nada peor que quedarte en blanco y querer hacerte el gracioso: ahí suelen juntarse arrogancia y necedad, y el resultado siempre es una gran oportunidad perdida para ejercer con humildad el despropósito y… salir corriendo a estudiar mejor lo que no has trabajado honradamente. Y es que suele ser que gracia e ignorancia rara vez se pueden tapar la una a la otra. Por eso: esa ola de oda al desconocimiento que nos invade y que tan socorrida resulta a intereses extremos que nada aportan al contexto cultural y sí mucho al desquiciamiento colectivo. Bien traído puede estar, pero esto ya es harina de otro costal.
Dentro de mi compromiso con la mundología, léase "aprender del mundo donde to er mundo aprende", gusto de ver algunos programas de televisión basados en preguntas y respuestas que entretienen a la vez que motivan la propia participación de todos los miembros de la familia. Pues henos aquí que nuestro canal autonómico dispone ahora de uno de estos programas que es presentado durante la semana por un humorista (que tiene entretenido a un quinteto de concursantes) y los fines de semana, por un joven (49) viejo presentador que da juego a personajes conocidos que participan para que los premios se adjudiquen a ONGs. Este programa me gusta, sin entrar en detalles.
Ocurre que el pasado fin de semana lanzaron esta pregunta: "¿cuántos lados tiene un endecágono?" Usted no tiene por qué saberlo o sí, porque en algún momento lo hemos debido conocer en la Escuela. Otra cosa es ese aguerrido vicio de la enseñanza en este país, que pasa por no recordar nunca nada de lo estudiado: ¡todo se olvida! Pues bien, ante la rebuscada pregunta, la osada concursante espetó un rotundo: "es que soy de letras", de modo que quedaba exenta de responder a la hercúlea prueba.
Parece mentira que "siendo de letras" no se le pasase por la cabeza uno de los, al menos, seis Garcilasos que existen: me refiero al de los versos endecasílabos, porque con él todos aprendimos que el soneto tenía catorce versos, cada uno de exactamente once sílabas. De ahí, deducir que (¿mucho esfuerzo?) un prefijo vale tanto para una "palabra de letras" como para otra de ciencias (discúlpeseme la acritud), es fácil. Porque si "de Letras" te consideras, no es para un jijí-jajá que te excuse, sino para que tu cabecica esté en lo que tiene que estar. Otra cosa es p'a lo que hay que estar cuando te invitan a la tele.
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