Editorial
Rey, hombre de Estado y sentido común
Atodos nos suena esa expresión popular que narra la relación que existe entre el ser humano y una piedra en la que suele tropezar constantemente. Todos hemos oído alguna vez que “el ser humano es el único capaz de tropezar cien veces en la misma piedra”. Y son tantas las ocasiones que eso ocurre en la realidad que a veces he creído que las personas terminan cogiendo cariño a esa piedra, razón por la cual inventan todas las escusas posibles para no desprenderse de ella. Al margen de las versiones de la expresión, su origen está en la fábula de Fedro. Según narra en unos baños públicos había una piedra en la entrada con la que todos colisionaban hasta que un esclavo enviado por su amo la retiró para que este pasara. Lo sorprendente es que antes de él a nadie se le había ocurrido retirar la piedra ya que preferían ir a otro baño público. Pero ¿por qué este retiró la piedra? Quizás la palabra clave sea la humildad. Dos psicólogos de reconocido prestigio han hablado sobre ello: Bernardo Stamateas y Rafel Santandreu. Según sus argumentos la persona humilde, que tiene actitud de eterno alumno, cuando comete un error no busca culpables sino que averigua qué ha pasado. Esto es tener una mente enjuiciadora. Además está dispuesta a reconocerlo y a dejarse asesorar. Por eso decide quitar la piedra de su camino. El soberbio, que es el que tropieza una y otra vez, no acepta las cosas tal como son y quiere que se plieguen a sus deseos. Pero eso no hace que la piedra se quite. Volviendo a Fedro y al esclavo, cuando este tenía la misión de acomodar a su amo en el baño público, y encontró la piedra, tuvo que pensar cómo hacer para que este no tropezara y por eso la quitó con sus manos. Los demás buscaron otro baño para no tener que quitarla por sí mismos y culparon probablemente de la existencia de la piedra al constructor del baño o a la autoridad pública. Según el diccionario de la RAE una persona humilde es quien reconoce sus propias limitaciones y debilidades y pretende obrar de acuerdo con el conocimiento. Pero también es la capacidad para quitarle importancia a los propios logros y virtudes y de reconocer en primer lugar los errores. La humildad es una virtud y la fuente de las demás virtudes. De hecho “humilitas”, voz latina que hace referencia a “humos” se refiere a la proximidad de una persona con la tierra. En sentido metafórico se refiere a la virtud del campesino respecto del Aristócrata que al estar cerca de la tierra sabe mejor cómo funcionan las cosas en la vida. Miguel de Cervantes en El coloquio de los perros dice que “la molestia y la discreción mejoran las demás virtudes y enriquece la personalidad”. Pero acabemos con la humildad socrática. Para Sócrates aprender significa admitir que no sabemos todo lo que creemos sobre algo. Con eso y solo con eso es como se quitan las piedras de nuestro camino y podemos seguir nuestra vida sin obstáculos.
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