Mª Dolores Durán Díaz

¿Quién fue Celia Viñas?

Diputación inaugura el próximo jueves 4 de junio una exposición para conocer la figura de esta profesora que marcó una época Tendrá lugar en el Patio de Luces y permanecerá abierta al público del 4 al 27 de junio

31 de mayo 2015 - 01:00

EL nombre de Celia Viñas evoca en Almería el de un impresionante edificio que alberga un Instituto de Enseñanza Superior en pleno centro de Almería. Centenares de alumnos pasan por sus aulas cada curso escolar, pero nos sorprendería el poco grado de conocimiento que tienen sobre la persona que da nombre a su centro de estudios. Un busto en una plaza recoleta junto a la Catedral, una calle en Ciudad Jardín, paralela a otra que evoca a una enorme mujer, Carmen de Burgos, la Colombine. También aparece su nombre ligado al Movimiento Indaliano, una explosión cultural, sobre todo pictórica, que convulsionó la Almería de la década de los cuarenta, y de la que comúnmente se le proclama su "musa". Y sin embargo, todavía hay muchos almerienses que con solo su nombre la emoción se traslada a lo más profundo de su ser: la señorita Celia…

¿Qué tuvo esa mujer, que en sólo 11 años supo ganarse el corazón de toda la sociedad almeriense? Siempre es difícil el razonar y concretar sentimientos, y mucho más cuando no se viven en primera persona, sino que se recogen emociones de terceros y de una inmensa bibliografía de alguien a la que se le considera uno de los personajes de Almería más importantes del siglo XX.

Pero puestos a simplificar, creo que Celia trajo bocanadas de aire fresco en cada minuto de su vida en una ciudad pobre, aplastada por la guerra civil y sometida al cansino y asfixiante ritmo marcial de quienes vigilan celosamente el cumplimiento de sus postulados ideológicos. Aires frescos procedentes de una mujer cuyos métodos pedagógicos, actitud ante sus alumnos y desenvoltura en el pequeño mundo cultural almeriense, analizado más de medio siglo después, seguiría llamando poderosamente la atención, definiéndola con los cánones de hoy como muy liberal. ¿Cómo fue posible su actuación en la España de la postguerra?

Celia Viñas nace en Lérida, en 1915, aunque marcha a Mallorca siendo niña. Su padre era profesor en la Escuela Normal de Magisterio. Estudia Filosofía y Letras en Barcelona y consigue en 1943 el número 1 en las oposiciones de Cátedra de Lengua y Literatura de Enseñanzas Medias. Y de ahí, al Instituto de Almería.

Hay que situarse en los parámetros vivenciales de Celia frente a los estándares sociales de la Almería de de 1943. Su familia, en la antítesis del régimen dictatorial; la sociedad catalana mucho más abierta y liberal que la ciudad que la acogía, pobre y sumergida en la postguerra; su espíritu fuerte y aguerrido, que le impulsó primero a ser universitaria y después a ser catedrática, en una sociedad donde la mujer era considerada como una sombra obediente de su marido.

En esa Almería, Celia Viñas rompe moldes: en su forma de vestir, pidiendo ser acompañada por los sus alumnos a los actos culturales de la ciudad, organizando excursiones a los pueblos de la provincia o a la playa, montando obras de teatro, atreviéndose con los autores malditos del régimen, poniendo pasión en todas y cada una de sus clases, siendo rigurosa pero fomentando la actitud crítica de sus alumnos, con una capacidad innata para acercarse al mundo juvenil… Todo esto supuso que en pocos meses se convirtiera en un mito, cuya prematura muerte la elevó a la categoría de leyenda.

Es indudable que navegaba algo más allá del filo de la navaja de la ideología franquista, y que tuvo sus enemigos acérrimos en los guardianes de presa locales del Régimen que propagaban calumnias y todo tipo de retorcidas interpretaciones a su peculiar estilo de vida, pero también encontró el apoyo decidido del Director del Instituto (que la nombró en el mismo año de su llegada Jefe de estudios del Instituto, cargo que ocupó hasta su fallecimiento) y del sacerdote catedrático de religión, convirtiéndose ambos en sus mayores puntales de apoyo.

A esta labor pedagógica totalmente inusual, se une su relación con Jesús de Perceval, el dinamizador de la cultura almeriense de aquellos años, que con la creación del Movimiento Indaliano transgredió los cimientos de la provincia, gestando algo que todavía se ve con asombro: pintores almerienses en la vanguardia de la pintura española y además bendecidos por los poderes fácticos que veían no una insumisión sino una opción actualizada de plasmar los valores tradicionales mediterráneos que podía venderse en el exterior como una modernidad.

A Celia lo que le movía era su espíritu inquieto, el formar parte de una serie de reuniones que buscaban una forma diferente de entender el arte y que ella quisiera trasladar hacia la literatura. Y desde luego, Perceval estaba encantado con su presencia y capacidad, tanto que fue ella quien glosó al Movimiento Indaliano en el I Congreso Indaliano de Pechina y presentó al grupo en la famosa exposición del Museo Nacional de Arte Moderno de Madrid, en 1948, ante numerosas personalidades de la cultura nacional, como Eugenio D´Ors, Gerardo Diego, Camilo José Cela, José García Nieto…

Y a la Celia profesora y comprometida con la cultura, había que añadir su afán literario, su inmenso epistolario, y sobre todo su decidida dedicación a sus versos y novelas, intentando verlas publicadas y no cejando en su empeño: Trigo del corazón (Poemario, 1946); Canción tonta del Sur (Poemas para niños, 1948); Estampas de la vida de Cervantes (Ensayo, 1949); El primer botón del mundo y 13 cuentos más (Accésit del Concurso Nacional de Literatura en 1951, publicado en 1976)… Y otros escritos que en vida y con posterioridad a su muerte han sido editados.

Los años de Celia en Almería transcurren primero con la incertidumbre de saberse en boca de todos y analizadas todas y cada una de sus actuaciones, refugiándose en su docencia, los actos culturales y una profunda religiosidad. El tiempo va mitigando y dulcificando su día a día, encontrando el amor en Arturo Medina, con quien tras unos años de noviazgo se casa en Mallorca en el verano de 1953.

El comienzo de curso significa un cambio en su vida, aunque sigue sola, pues su flamante marido ha sacado la cátedra en la Escuela Normal de Ávila. Un falso embarazo lleno de complicaciones le mantiene postrada los primeros meses de 1954, y así transcurre el curso escolar, aprovechando su final para intervenirse quirúrgicamente y poder aspirar a su gran deseo, el ser madre. Pero todo se fue complicando hasta su fallecimiento el 21 de junio. Las muestras de dolor por parte de los almerienses aún son recordadas por sus coetáneos.

Un sepelio seguido por miles de personas que marchó desde su casa de General Luque, recorrió el Paseo y se acercó al actual IES que lleva su nombre, donde en las escaleras de entrada se instaló el féretro y la "señorita Celia", como le llamaban impartió su última clase y siguió su recorrido a pié no sólo hasta la Gloria (lugar donde tradicionalmente se despedía el duelo y se continuaba en carroza fúnebre) sino hasta el propio cementerio, donde hoy tiene un monolito que recuerda el cariño de todos los almerienses que le conocieron y de todos aquellos que admiramos su apasionada actitud docente y su cariño por una tierra que le ganó el corazón.

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