Óscar Lezameta

¡Ay Señor, llévame pronto!

DE NORTE AL SUR

LA frase no es mía, faltaría plus, uno es siempre consciente de sus oceánicas limitaciones con las que se pelea a diario para no dar la excesiva impresión de que es un idiota a tiempo completo. Es del Elio, nuestro jefe de Economía y hacedor de los En portadas con los que abrimos el periódico tres veces de cada dos. Lo cierto es que cuando la dijo me partí la caja porque , como me dijo alguien esta semana, me imaginaba a una señora mayor, sabia de pueblo escondido, de luto permanente con zapatillas de felpa y una media por encima de las rodillas y otra estratégicamente colocada a la altura de los tobillos.

Es una imagen de ese pesimismo que cada vez entiendo menos, que conlleva una actitud ante la vida con la que he luchado desde siempre. No es que vean la botella medio vacía, si no que ni siquiera ven la botella y no terminan de darse cuenta que tampoco importa si se ve el envase o no, si no de lo que esta contiene. No me interesa beberme un Don Simón de litro y medio; prefiero un Rioja alavesa aunque sea en un vaso pequeño y apenas te dé para mojarte el gaznate. Pruébenlo: el primer caso te deja la lengua casposa para todo el día; en el segundo, lo estás saboreando todo el día.

De eso se trata, carajo. Hay veces que la vida te pone a prueba a diario, que se empeña en pelarse contigo y, en muchas ocasiones, te da la impresión de que va ganando la muy guarra. Es precisamente en esas oportunidades cuando hay que mirarse a la cara y decir ¡pues no vas a poder conmigo, joder! ¡Por lo menos, este partido lo empato!

Hace unos días un amigo me envió un vídeo de YouTube, uno de esos inventos internetianos por los que siempre he pasado de puntillas, mayormente porque me dan un miedo de la leche. Era una versión de una de mis canciones favoritas por parte de los impagables Muppets, nuestros teleñecos. Salían el cocinero sueco, Animal y uno con voz de pito. Mi amigo, cuya lealtad estoy empezando a cuestionarme sinceramente, me decía que me parezco al segundo de ellos, un bicho de color naranja, con unas cejas como bosques y que canta como el culo. La canción es Danny Boy, una irlandesa con esa mezcla de dramatismo y peculiar sentido del humor que tienen por allí. De hecho, la canta un muerto a alguien a quien dice que "te oiré, pisando suave sobre mi / Y todos mis sueños serán cálidos y dulces / Si no mientes al decirme que me amas / Dormiré en paz hasta que te reúnas conmigo".

Es lo único seguro que hay en la vida, que es como un accidente y luego te mueres. Mientras tanto, y al hacer méritos para reunirse con el payo de la canción, disfruten un pelín de un día que, no se sabe cómo va a salir, pero les apuesto un café con leche y media de tomate, a que saldrá el sol.

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