Antonio Lao
El silencio de los pueblos
El Museo del Realismo Español (MUREC) ya luce con todo su esplendor en el casco histórico de la capital. Los miles de visitantes que en estas semanas lo han visitado corrobora y confirma todo el potencial que una iniciativa de este tipo tiene y el impacto positivo que va a alcanzar en el casco histórico de la ciudad.
Valoro y no escatimo un solo aplauso para la iniciativa que en su día tuvo la Diputación de hacer suya la rehabilitación del Hospital Provincial. Un edificio de enorme calado y sensibilidad entre los almerienses, de incalculable valor histórico y de profunda raigambre en los corazones de quienes han pasado por allí como enfermos, como pacientes o como simples usuarios en la historia reciente de Almería. Observar el trabajo rehabilitador que se ha llevado a cabo confirma la importancia que tiene en los tiempos que corren la unidad de acción, el criterio unificador y la apuesta sincera y leal de aquellos que buscan objetivos comunes para el bien de la mayoría. Y en este caso se ha logrado. Hecha la pertinente loa a quienes nos administran, que por otra parte es el trabajo que todos les encomendamos, me gustaría centrarme en varias figuras, aunque de forma somera, que han sido, son y serán claves en el devenir y en el éxito que ya le auguro al nuevo espacio museístico de la capital.
El primero es Antonio López. El pintor es el alma de un proyecto que respira y desprende la misma fuerza que el gran autor manchego. Un maestro de maestros, pleno de fuerza y ganas de trabajar, que se ha empeñado con la voluntad y las ganas de un ‘puber’ en una idea que ya es una realidad. Antonio López, de la mano de otro genio de la pintura como es Andrés García Ibáñez, han logrado unificar criterios, poner de acuerdo a las administraciones y a la iniciativa privada en la consecución de un hito para esta tierra. El Museo del Realismo es de esos proyectos por los cuales un amante de la pintura o un turista es capaz de desplazarse hasta Almería para perderse en sus salas. Y les aseguro que la apuesta como la que nos ocupa, originales, son escasas en los tiempos que corren. El empeño de García Ibáñez y de Antonio López ha dado unos resultados nada desdeñables. Al contrario. El trabajo de ambos ha alcanzado plenitud, no sólo en la tarea de poner en marcha el proyecto, sino en disponer de una colección de obras de ambos, excelsas, que sólo se pueden admirar en Almería.
He querido, de forma consciente, dejar para el final a la Fundación Ibáñez Cosentino. El apoyo, denodado y altruista del Grupo Cosentino a la provincia no lo vamos a descubrir ahora. Son ya muchos años en los que la familia de la multinacional hace una apuesta clara y rotunda por su provincia, que se plasma siempre en hechos contundentes, al margen de alharacas o aplausos baldíos y siempre, siempre, con el objetivo de mejorar y alimentar lo bueno de esta tierra.
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