Antonio Lao
El silencio de los pueblos
Europa elige hoy a sus representantes en el Parlamento continental. Unos comicios que en la mayoría de los países, en España por supuesto, se han entendido en clave local, dentro de la lucha fratricida que unos y los otros, los otros y los unos, vienen manteniendo en los últimos años, en los que la derrota del enemigo político está muy por delante, a años luz, de los intereses de los ciudadanos.
Nadie parece haber entendido lo que cada país, cada región, cada provincia, se juega en Bruselas en los próximos cinco años. Parece que las decisiones que se toman en la capital europea fueran un juego de niños, en el que terminada la partida se regresa a la casilla de salida y aquí no ha pasado nada. Falso.
Las instituciones europeas, y ahí el Parlamento que sale hoy de las urnas tiene mucho que decir, son la base en la que se asientan todas o la gran mayoría de políticas que influyen directamente en nuestro devenir diario. Quien piense lo contrario está errado y padecerá, posiblemente, las consecuencias de decisiones en las que no pensó, pero que definirán su futuro en el próximo lustro.
Por poner algunos ejemplos me quedo con la Política Agrícola Común (PAC), algo de lo que no paramos de hablar cada día en esta provincia, que muy pocos conocen, y que influye de forma determinante en lo que cultivamos, en el regadío, en el secano y, por supuesto en los precios de cada kilo que sale de esta tierra con destino al continente. De quienes gobiernen Europa va a depender, y mucho, que la hectárea de invernadero que hayas cultivado obtenga el rendimiento deseado o las limitaciones que se imponen a países terceros.
La entrada de nuevo socios al club ha dinamitado, por llamarlo de alguna manera, el reparto de ingresos. Hemos dejado de ser los socios pobres y son otros los que obtienen pingües beneficios, en el permanente intento de avanzar en retos tan llamativos como comunicaciones por carretera y ferroviarias, que nos acerquen a todos cada día un poco más. Gran parte del dinero que se esta gastando en el AVE con Murcia, por ejemplo, llega de Bruselas.
La tercera pata de este banco que equilibra o cuadra el círculo es la inmigración. Somos la puerta de entrada de África y, como tales, vivimos inmersos en la llegada permanente de personas que tratan de alcanzar el paraíso europeo de un mundo mejor. Otra cosa es que lo que encuentren. Pero lo cierto es que Almería o Andalucía padece de forma clara una enorme presión migratoria. Una presión que se puede aliviar desde el momento en que Europa sea capaz de arbitrar las medidas que nos lleven a sostener un equilibrio entre necesidades laborales del viejo continente y ayudas a los países de origen para avanzar en sus desarrollo. Como ven, elementos claves para nuestro futuro. Pero aquí de lo que se hablado ha sido de la amnistía.
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