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LOS infaustos activos tóxicos provenientes de Estados Unidos que hicieron de detonante de la Gran Recesión en curso eran una albóndiga: buena carne picadita en teoría, pero vaya usted a saber. Ir a una tienda de muebles y decoración sueca a comer albóndigas se convirtió en una actividad fashion al alcance de cualquiera, y en un aporte calórico extra que los glotones se endiñaban con la coartada de un almuerzo de bajo coste pero bastante chic: un trasunto de la propia esencia de Ikea. Al estallar la crisis de la carne de caballo, Ikea retiró las albóndigas de las cafeterías de sus tiendas. Desde el jueves, una vez asegurada la trazabilidad de sus ingredientes, las bolas de carne con salsa adornadas con una banderita sueca han vuelto a ofrecerse al público; de momento, en Suecia, Dinamarca y Finlandia. Este tipo de respuesta socialmente responsable por parte de las grandes compañías es un ejemplo de cómo hacer del vicio virtud, de cómo explotar publicitariamente una crisis de imagen. De hecho, en cuanto las devuelvan a las tiendas de aquí, un servidor irá a Ikea a zamparse unas albóndigas, ya intachables. Hace quince años, la multinacional escandinava hizo igual cuando la televisión pública sueca emitió un reportaje donde se denunciaba que la cadena de subcontrataciones para fabricar sus productos llegaba a quedar fuera del control de la compañía. Ikea reaccionó y aprovechó el golpe para legitimarse en el mercado acometiendo un plan para asegurar que no había explotación ni manos de niños detrás de sus manufacturas. Ahora le ha tocado acreditarse ante la opinión pública a otra empresa de bandera sueca, la cadena de tiendas de ropa H&M, que ha marcado un hito en la industria manufacturera al publicar esta semana un listado de todos sus proveedores. Sostenibilidad y transparencia son las consabidas palabras que salen de la boca de sus altos ejecutivos al explicar tal medida. Bienvenida sea siempre la apertura de las trastiendas de las grandes empresas.
Coincide en el tiempo con el retorno de la albóndiga Ikea y el inventario de proveedores de H&M la postura del Gobierno sueco en el debate europeo por excelencia, austeridad vs. crecimiento. Suecia se alía con Alemania y se alinea con la tesis de apretar las tuercas a países como España. Su primer ministro, Reinfeldt, se apunta al castigo y la disciplina fiscal por encima de cualquier otra consideración. Eso sí, su particular visión desde fuera del euro está teñida de transparencia, de reforma originaria, de trazabilidad ética: Reinfeldt, muy en calvinista, dice que España y los otros orejas de burro sureños debemos "aumentar la lucha contra la corrupción institucional" para salir de ésta. Completamente de acuerdo, caballero, si no fuera porque eso lleva un tiempo que quizá no tenemos para resucitar económicamente. Hagamos lo imposible primero, y después nos prepararemos para los milagros.
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