Acequias y cambio climático

Es conocido que en la Alpujarra almeriense y granadina existe una extensa red de acequias que permite distribuir el agua

14 de junio 2024 - 00:00

Por muchos es conocido que en la Alpujarra almeriense y granadina existe una extensa red de acequias que permite distribuir el agua, tan imprescindible y escasa, sobre todo en verano, cuando más se la necesita. Las más conocidas son las acequias de riego. Vinculadas a las acequias de riego se encuentran las acequias de careo, cuyo origen se remonta al siglo XII. Se trata de acequias localizadas a muy altas cotas de altitud que recogen el agua del deshielo de los ríos y la transportan aguas abajo hasta las acequias de riego. Algunas tienen más de 10 km de longitud. Lo más fascinante es que, a lo largo de su trayecto, los acequieros llevan a cabo tareas como la de “sembrar” agua. Es decir, abren las acequias y vierten el agua en “calaeros” para introducirla en el acuífero, para “entretenerla” un tiempo, de manera que esta agua vuelve a emerger, a lo largo del verano, alimentando los manantiales, las fuentes de los pueblos y el propio río aguas abajo. Justo cuando más falta hace y sin necesidad de una gran infraestructura de hormigón. Están valoradas mundialmente como un ejemplo de gestión sostenible del agua, contribuyendo al uso eficiente de los recursos hídricos y a la resiliencia frente a la escasez de agua. Pero, además, en su transcurso, y gracias a que están hechas con materiales naturales y poco impermeabilizadas, realizan una labor esencial en la conservación de la biodiversidad. Por ello, son concebidas como una solución basada en la naturaleza, es decir, una práctica que ayuda a mitigar los efectos de las sequías (cada vez más frecuentes) sobre la biodiversidad y los ecosistemas. De hecho, actualmente, en la UAL llevamos a cabo el proyecto “Soluciones basadas en la naturaleza para la gestión resiliente del ciclo hidrológico en zonas de montaña: los sistemas tradicionales de gestión del agua de Sierra Nevada”, donde analizamos su papel en el mantenimiento de ecosistemas singulares de Sierra Nevada como robledales, castañares y borreguiles, entre otros. Su puesta en valor permitirá la protección de un patrimonio cultural, histórico, natural y paisajístico que se nos ha legado y del que somos responsables de preservar, además de disfrutarlo. Este sistema, que ha funcionado en nuestra sierra desde hace siglos, puede ser una solución exportable para reducir el impacto del cambio climático en ecosistemas montañosos de otras latitudes.

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