Luis Ibáñez Luque

06 de diciembre 2024 - 03:09

Embaucamos a nuestros hijos e hijas con bonitos mensajes, «lo importante es ser feliz», «nadie es más que nadie», «lo material no es lo más importante, sino ser buena persona»… Criticamos muchas veces el «tanto tienes, tanto vales», onmipresente en nuestra sociedad. Decimos que nuestro mundo «ha perdido los valores», lamentamos que todo se mida por el dinero y el status de cada persona, que la humanidad sea cada vez menos humana…

Y luego llega la realidad, y desde primer curso de Primaria a lo que se enfrenta nuestro alumnado es a exámenes, exámenes y más exámenes, con sus correspondientes calificaciones numéricas. Cada vez son más las escuelas que cada semana programan uno, dos o más exámenes durante todo el curso escolar. Así es como las nuevas generaciones se acostumbran a saber lo que valen: un 5, un 7, un 9, un suspenso… No hace mucho una madre me contaba que a su hijo le había dicho un compañero, en tercero de Primaria: «¿has sacado un 6,6 en el examen? ¿nada más? Yo con esa nota estaría llorando».

Luego nos llevaremos las manos a la cabeza porque sean egoístas, individualistas, no compartan, les dé igual que les planteemos una actividad «motivadora», «diferente» o «alternativa»… cuando el sistema les ha hecho saber perfectamente que nada importa, salvo el 6,6 o el 9,8 en el examen. Las calificaciones son perversas porque clasifican personas y enseñan que da igual cómo conseguir la nota, da igual si aprendes poco o mucho, si te ha gustado o no la actividad, si estás motivado o no, si tienes un contexto familiar y social favorable o no, si tu familia puede permitirse unas clases particulares o no, si tienes problemas de aprendizaje u otros de tipo psicológico, da igual lo que opines, lo que te interese o no, lo que sientas… Eres un número. Todo un aprendizaje desde muy pequeñitos, para la vida adulta. Habrá quien diga que la vida es así y que incluso con 6, 7 u 8 años deben empezar a ser conscientes de ello. De acuerdo, entonces tendremos que admitir que vivimos en una sociedad de depredadores y que si algún colectivo humano es anulado o pisoteado por otro, será porque es más débil y merece extinguirse. De esto se alimentan el darwinismo social, el neoliberalismo y el fascismo. Si creemos que la educación (o al menos, la obligatoria) ha de ser otra cosa, hay que replantear (y si es necesario, sabotear) el sistema de calificaciones, o nada cambiará.

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