La Tapia con sifón
Antonio Zapata
Pimentón en Nochevieja
Aunque las opiniones pueden ser variopintas según a quien preguntes, lo cierto es que el año que termina quiero creer que ha sido rentable para la provincia de Almería. Las sombras y las luces tienen en su interior multitud de tonalidades, entre el claro y el oscuro, entre el negro y el blanco, en los que interiorizar opiniones para todos los paladares, positivas o negativas o aderezadas de las especias que ustedes quieran para condimentar o salpimentar 365 días en los que hemos tenido de todo, pero la conclusión final después de premisas posibles es bajo mi punto de vista positivo. Me pueden llamar optimista, y no lo niego, pero si comenzamos por las obras del AVE que un día nos tiene que unir con Murcia, estarán de acuerdo conmigo que el salto cualitativo que se ha dado en los trabajos es para tirar cohetes, aunque algunos podrían pensar que si se prende un castillo de fuegos artificiales tampoco sería nada descabellado. Las máquinas en el tajo avanzan a pasos agigantados y se ha pasado de la vía muerta de la que tanto he hablado a ver como los puentes y los túneles avanzan casi de manera desaforada. Dicho esto tampoco crean que lanzo o tiro las campanas al vuelo para pensar que en 2026 el caballo de hierro del que hablaban siux o arapahoes va a serpentear el desierto de la provincia en dirección a Murcia. Ni mucho menos. Siendo optimista, como les avanzaba, creo que podremos verlo para finales de la década como muy pronto. Y eso, se mire por donde se mire es un logro. Cuando suceda nadie se acordará de los casi 40 años de reivindicaciones permanentes. Pero la memoria es así de frágil. Toda vez que se logra el objetivo el pasado no existió, o eso al menos queremos creer.
El agua es el otro elemento que a todos nos tiene y nos debe preocupar. Inmersos en una sequía atroz, como nunca hemos tenido, las administraciones se empeñan en buscar soluciones que garanticen tanto el abastecimiento humano como el agrícola. La sensación que aprecio es que todos tienen gran interés en cerrar este capítulo de la mejor manera, aunque lo cierto es que sobre el papel parece fácil. Pero su traslado a la realidad, a las necesidades que se tienen, es otro cantar. Y luego, claro está, aparecen los intereses personales por encima de los colectivos. Intereses alguna que otra vez más bastardos de lo que cabría desear, en los que no se busca el arreglo del problema, sino la fórmula para ganar dinero a costa de las necesidades de los demás. Y es ahí donde el quid de la cuestión se topa con el nudo gordiano. En la confluencia de demasiados intereses, generalmente económicos, aunque también alguno político, en los que creo que a veces se pone por encima del interés general el particular. Las chinas en el camino se convierten en verdaderas rocas para que el otro no logre objetivos que puedan en el corto plazo o en el medio impedir la llegada al poder de aquellos que siempre, siempre, lo anhelan aunque con algún interés espúreo.
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