La viejuna mano negra

Hay entrenadores con clase y clase de entrenadores. Los hay analíticos y reflexivos, apasionados y ácidos, más que el vinagre. La nómina incluye a los que tienen discurso, esa especie de “Mensajeros de la Paz”, con tono y mensaje de predicador, de volumen bajo y argumentos altos. La nómina incluye también a los que tratan de ganar con la palabra lo que no han ganado sobre el césped, olvidando que todos los partidos son televisados y no cabe la opción de engañar a los que no los han visto en directo desde que hay redifusión. Este periodista tiene una visión propia del técnico de la UDA, pero el propio entrenador se ha encargado de desmontarla. De forma textual ‘Rubi’ ha valorado que “ tres de los cuatro partidos que llevamos se han decidido desde arriba”. Bajo mi punto de vista, los arbitrajes no han ayudado a la UDA en estas primeras jornadas, con decisiones erróneas, pero asegurar que la decisión viene de “arriba” es un canto al Sol si no se aportan pruebas. Apelar a una mano negra es un recurso viejuno. Me recuerda a Alfonso García Gabarrón. El ex presidente aseguró que al equipo le habían atacado las fuerzas del mal, poderes del lado oscuro, para justificar una plaga de lesiones de la plantilla. El empresario de Águilas, un tipo tan peculiar como campechano y muy dado a los golpes de efecto, llegó a contactar con una especialista murciana en fuerzas ocultas, según se llegó a rumorear y el propio dirigente no desmintió, para que aplicara una suerte de brujería a los jugadores contra el ‘mal de ojo’, previo pago económico, y dejara sin efecto ni rastro de este supuesto ataque de mala suerte. Invocar a los malos espíritus es algo indetectable, pero apelar a una especie de conjura judeo-masónica de la LFP para que la UDA no gane, y en consecuencia, no logre su retorno a Primera, es arriesgado. Lo es por el efecto boomernag y la inexistencia de pruebas objetivas, más allá de las imágenes, y porque restan 38 jornadas y la imaginación se puede desbordar hasta el infinito y más allá.