El viejo iddrisu

Entre la siempre inusitada algarabía que abunda en la parroquia indálica, siempre es de agradecer que el azar se acuerde de nosotros y nos dé un pequeño revolcón en una clara intención de decirnos algo así como: “¿Pensabas que todo iba a venir de cara? No te flipes, chaval, que eres del Almería”. Momentos que hacen que uno se mantenga humilde y no se regodee en demasía en su júbilo. Efectivamente, la UDA ha perdido a una de sus principales espadas para toda la temporada. Una de las piezas del engranaje cuyo buen nivel se había convertido en uno de los motivos fundamentales por los que el Almería ha visto la luz tras cerca de dieciséis meses. El viejo Iddrisu había pasado de ser un personaje mustio y timorato a ser un futbolista vertebral en el sistema y que había encerrado bajo siete llaves la errónea concepción de que sus carencias estribaban en el plano más técnico. Y no sólo eso, sino que su carácter particular (uno de los entresijos más pesados de su caso es que, la temporada pasada, sumido en la tristeza de ver cómo tanto él como la UDA parecían estancados, apenas salía de casa) parece haber calado hondo en un vestuario que lo adora. Hoy, ese camino próspero experimenta un alto importante. Sea como fuere, la cuestión que explica el renacer de Iddrisu no es sino algo tan básico (complejo para muchos) como usar las piezas adecuadas con el funcionamiento adecuado. Resulta engañoso pensar que el ghanés ha explotado como futbolista a sus 28 años. Simplemente, ha caído en las manos de un entrenador que sabe cómo, dónde y de qué usarlo. Baba ha sido durante dos años el único pivote de un equipo cogido con pinzas y a la deriva y, causalmente, cuando ha pasado del ostracismo al protagonismo, la UDA ha estado más cerca que nunca en el último año y medio de ser un equipo de fútbol. La absurda manía de complicar algo tan sencillo como este deporte.