Tribuna Económica
Carmen Pérez
T area para 2025
Tribuna Económica
Nos la ha puesto Mario Draghi. En su reciente informe dibujó un panorama desolador sobre el estado de la competitividad europea. Por ejemplo, señaló que, de las 50 mayores empresas tecnológicas en el mundo, sólo 3 son europeas.
Europa se está quedando atrás. Es tarea prioritaria revertir esta situación. Los demás países no van a quedarse quietos. Y habrá que hacerlo enfrentando un escenario con muchos factores en contra.
El primero es la posible fragmentación de la economía mundial. En 2025 veremos cómo se concreta la promesa de Donald Trump sobre nuevos aranceles. Esto podría reducir la competitividad de las empresas europeas en el mercado estadounidense, perjudicando el empleo y el crecimiento económico. Y no sólo eso, también nos afectarán los que imponga al resto de países, que modificarán los flujos comerciales actuales, especialmente los de China, cuyos excedentes de producción tendrán que buscar salida si se les dificulta la entrada en el mercado americano.
La inmigración es otro de los retos. La población europea está envejeciendo y resulta fundamental desarrollar una política de inmigración que sea ordenada y selectiva y que vaya acompañada de medidas que enfrenten su impacto social. Los desafíos de integración y la respuesta desigual entre países han exacerbado el problema, polarizando a la sociedad y dificultando una gestión coordinada del fenómeno migratorio.
Además, Europa se encuentra en una situación de altísimo endeudamiento. La manga ancha fiscal que se decretó por el Covid y que siguió con la crisis energética ha llevado a una deuda pública un 10% mayor que antes de la pandemia. ¡Y ya entonces era altísima como consecuencia de la crisis financiera de 2008! La elevada deuda pública limita la capacidad de los gobiernos para realizar las inversiones estratégicas necesarias en infraestructuras, innovación y transición ecológica, cruciales para mejorar la competitividad.
La solución para mejorar la competitividad pasa por una mayor integración europea. Y esto se concreta en multitud de aspectos: las empresas tienen que percibir que se encuentran ante un auténtico mercado único para sus bienes y servicios; hay que desarrollar un mercado único digital que permita a las empresas europeas competir mejor en la economía global, apoyando la innovación y la adopción de tecnologías avanzadas; las disparidades fiscales y laborales tienen que reducirse; el sistema educativo y de formación profesional deben fortalecerse; y el mercado energético tiene que integrarse, mejorando la sostenibilidad y reduciendo la dependencia de importaciones.
Del lado financiero, resulta fundamental completar la Unión Bancaria, mediante la creación de un seguro de depósitos común, y desarrollar plenamente la Unión del Mercado de Capitales, simplificando y armonizando las normativas que rigen los mercados de capitales para facilitar el acceso a financiación para startups y pymes. Por su parte, las inversiones estratégicas tienen que disponer de un presupuesto europeo común.
El problema es que el auge de los partidos populistas, con recetas fáciles a problemas complejos, juega en contra de este camino integrador y persiguen una fragmentación también dentro de Europa.
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