Regresión

07 de octubre 2024 - 03:09

Aveces me parece que la sociedad en la que vivimos, en lugar de transitar por la senda de eso que llaman progreso, lo hace en dirección contraria. Retroceso en sí mismo, como si la humanidad fuera una enorme aldea desmemoriada que cada tanto vuelve a tropezarse con los mismos problemas. Lo digo a propósito del derbi que hace una semana disputaron Atlético de Madrid y Real Madrid, donde todo el protagonismo se lo llevaron los ultras. La intervención de los radicales dejó en segundo plano un partido chato, aburrido y hasta mal jugado, que acabó con los dos equipos perdiendo en Champions League, unos días después. De repente habíamos retrocedido al menos 20 años, cuando entonces miembros del Frente Atlético visitaban el entrenamiento de los jugadores, algunos con pasamontañas. Corría el año 2005 y destacados dirigentes de la barra patearon la valla de seguridad y amenazaron al equipo al completo. Ni Torres ni Leo Franco pudieron parar la bronca y la plantilla optó por irse a vestuarios. La imagen la hemos vuelto a ver, y es que a diferencia del Real Madrid y el Barcelona, por nombrar a dos equipos que convocan a una gran cantidad de aficionados, en el colchonero nada han hecho para deshacerse de los barra brava. Hasta pareció existir cierta connivencia en el diálogo que jugadores como Koke o Jiménez mantuvieron con miembros de la hinchada en pleno encuentro ante la atenta mirada del globo entero. En este mundo tan políticamente correcto, esas imágenes están fuera de lugar como las declaraciones posteriores del Cholo Simeone cuestionando la actitud de Courtois, ex portero rojiblanco. Es verdad que muchos pueden pensar que donde las dan las toman, que el arquero en vez de hacer como Puyol, entrega un mechero al árbitro en plan chivato para que detenga la contienda, pero ahí cada uno con su conciencia. Lo cierto es que esto también pasa en otros lugares del planeta. Hablo de guerras en nombre de Dios, de odio al distinto y miedo al diferente. Los ultras vuelven a ejercer el poder y no hay nada más peligroso que dejar el asunto en manos de un fanático. Es fútbol, es política, es todo a la vez. Es la mismísima vida real.

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