Pantaleón Mecías Escámez

El rayo que no cesa

19 de octubre 2024 - 03:10

Fue en 1936, seis años antes de su fallecimiento, cuando Miguel Hernández publicó estos sonetos que manifiestan el dolor que siente por una amada, que, según el propio autor, ha hecho de él, entre otras cosas, un girasol sumiso a su dictamen solar. Alejándonos decididamente de esta obra maestra, que no es sino un eco de su corazón y la más honda melancolía de Hernández, sorprende saber cómo de cerca lo tenemos en el día a día. Un rayo que no cesa y cuya previsión resulta asolar sin la más mínima indulgencia. En el tema que nos toca, como siempre en esta columna (e insisto: alejándonos de este drama amoroso), el aficionado almeriensista parece estar bajo el yugo de este rayo, una pesadilla que, hasta terminar, por pura lógica, se tomará un tiempo para sí. Pero aquí la lógica no parece imperio, sino eco en la montaña, por lo que me tomo el lujo de no meter las manos en el azar. Sea como sea, el camino de la resignación parece marcado: un sentimiento casi peor que el del resentimiento o que deja un poso mayor que la ira (siendo esta una emoción). No es misterio que la muchedumbre de la UDA bien ha pasado su vida asolada, pero, más allá de lo que dicta el deporte rey, muchos creen haber perdido lo que, en parte, forjaron. Una masa social constante y elevada, rituales que han perdido su condición sacrosanta y, lo peor, nada delante con lo que identificarse o que les represente sobre el campo en este camino al delirio. Ningún agente externo más allá de lo que implican las siglas indálicas que motive a seguir en la batalla. No obstante, seguiremos. Faltaría más. Pero conviene pensar que este rayo que quizás un día se torne en arcoiris no será inocuo. Mañana, otro reto que deseas que se postergue lo máximo, pero que, de algún modo, seguirá dándole forma a un rayo que no cesa. O no. Pero ya qué más da.

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