El parqué
Lastrados por Trump
Desde bien pequeño, en cada partido que se vive en casa hay una norma no escrita que se mantiene con el paso de los años: acompañar la imagen de la televisión con la radio. Ese fiel compañero que nunca falla ya sea en el trabajo, en el coche o en el transporte público. El pasado viernes, volví al mismo ritual durante el partido del Almería. Desafortunadamente, lo visto en la pequeña pantalla no fue lo mejor de la tarde. Todo aquel espectador percibió un equipo sin recursos, maniatado, con las ideas desordenadas y una profunda pérdida de identidad. Solo unos días después, mismo proceso: sofá, radio y, en esta ocasión, la Copa de Europa. Anfield. Historia. El PSG eliminando al Liverpool en la tanda de penaltis. Luis Enrique reinando en un templo mientras la vieja guardia de los británicos mordía el polvo en su propia casa. Paradójicamente, me acordé en ese momento del partido de Ipurua. Qué diferencia de ritmo, intensidad y nivel. Dos deportes diferentes que se juegan con el mismo reglamento y elementos, pero que no se parece en la mayoría de las cosas, más allá de meter la pelotita más veces que el otro equipo en una portería. La conclusión de todo esto, en clave UDA, es que hay que parecerse más al Eibar que al equipo parisino. Suena a tópico, pero para subir a Primera División, toca mimetizarse con un entorno en el que ganar duelos es más complicado que tirar paredes. La categoría de plata, cuando entramos en la recta final, va a ser una dura guerra en cada balón dividido en el que, sin el consecuente entendimiento de que para ganar te debes vaciar en el campo, cada futbolista debe cambiar el chip. No son los mejores. Son los mismos que consiguieron 21 puntos el curso pasado. Mono de trabajo, humilde mentalidad y Zaragoza. Este sábado, un día más, tocará poner la televisión, encender la radio y, de una vez por todas, acabar con la mala racha y ganar.
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