Práctica de los sentimientos morales

Tribuna Económica

Aunque la Iglesia tiene una visión favorable de las manifestaciones litúrgicas populares como las procesiones, a veces parecen quitar espacio a la introspección que requiere el sentimiento religioso; se mide casi todo en términos de ocupación turística, y casi nada en el valor moral que una reflexión, en medio de las convulsiones que vivimos, podría aportarnos estos días a todos.

Leo un artículo de Banerjee y Duflo sobre ayuda a países y personas desfavorecidas, sosteniendo que el objetivo debería ser la mejora de la vida de la gente mediante vacunas, educación, agua potable, y posibilitar actividad empresarial que saque a las familias de la pobreza. Precisamente Michael Kremer, que compartió con ellos el premio Nobel en economía, tenía en Estados Unidos el programa DIV para financiar proyectos de innovación de impacto, y cuya tasa social de retorno era de 17 veces lo invertido. Hacen hincapié en los proyectos de capital privado, pues sólo el 1% de la riqueza de las 3.000 personas más ricas del planeta –dicen– sería suficiente, invertida en impacto social, para compensar lo que dejan de aportar las naciones. La revista Private Wealth Management (PWM) sugiere que las familias más ricas tienen la responsabilidad de invertir en proyectos de mejora social, aunque proporcionen un menor beneficio que otros comparables; esta inversión de impacto la desarrolla, por ejemplo, la compañía de gestión de patrimonios AlTi Tiedemann Global, que cuenta con 77 mil millones de dólares. Un caso más modesto y próximo lo tenemos en la sociedad cotizada de inversión inmobiliaria Tu Techo, fundada por Blanca Hernández a partir de Magallanes Value, que cuenta con 350 inmuebles en 12 ciudades que alquilan a 70 entidades sociales a un precio 30% inferior a mercado, para albergar temporalmente a personas sin hogar; tienen ocupación plena, morosidad cero, y cuentan con el apoyo de Molins, Cosentino, Azora, Alquiler Seguro, Renta 4, BDD e Inmobiliaria del Sur.

AlTi Tiedemann elabora un índice de progreso social (salud, seguridad, educación infraestructura, derechos humanos), que apunta al estancamiento del progreso humano desde 2020; pues se va socialmente hacia atrás aunque aumente el producto económico, si éste se concentra en pocas compañías e individuos. Una de las ideas que surge del índice de Tiedemann es que para productos por habitante no muy dispares entre Estados Unidos y Europa, hay países europeos que lo superan en más de 10 puntos en progreso social. A veces nos dejamos llevar por el pesimismo, pero la solidaridad que se ha construido con tanto esfuerzo permite ahora al gobierno español avalar y mantener las empresas, al BCE aguantar el euro, los tipos de interés y la deuda, y a la UE reparar los maltrechos mercados e intercambios. Los buenos sentimientos hacia los demás no son suficientes, “el rufián más grande, el más duro violador de las leyes sociales, no carecen de ellos -dice Adam Smith-, pues por muy egoístas que seamos es natural que nos mueva la desgracia de los otros, y queramos que la gente sea feliz aunque no saquemos de ello más que el placer de verlo”, por eso son tan necesarias instituciones públicas y privadas que hagan de vínculo entre el sentimiento moral y una economía más justa.

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