El parqué
Caídas severas
Tribuna Económica
EL triunfo del partido republicano en EEUU hizo subir la bolsa, pero el éxito no fue igual para todos, subieron las compañías que se intuía iban a verse favorecidas, como el carbón, gas y petróleo frente a las energías limpias, las que se sabía contarían con el amiguismo del poder: tecnológicas, medios de comunicación y redes afines que efectivamente han ganado publicidad, y aquellas que habiendo mostrado una posición contraria se allanaban a las exigencias del gobierno. La revista The Economist dividió en dos grupos las empresas del índice S&P 500: las amigas que subieron por encima del índice, y las que no; así, el 43% de las empresas del índice pasaron de una base 100 en el momento de la elección a 115 en apenas dos meses, mientras que el 57% llegaron a subir al 105, con retardo, aupadas por la euforia general. En pocas semanas la disrupción arancelaria ha podido con casi todo; altas valoraciones, inseguridad, incapacidad para acabar con las guerras y nuevas amenazas, son el escenario de una catástrofe anunciada . Entre las empresas caídas están las del propio presidente y su círculo, aunque otras vinculadas a seguridad, infraestructuras, negocios de prisiones, o analítica de datos, con contratos públicos generosos, siguen boyantes.
Marc Faccio y John McConnell de la Purdue University publican uno de los trabajos más fascinantes que he leído sobre economía de la empresa, relacionando conexiones políticas y mala asignación de recursos durante los años del fascismo en Italia. Para ello toman una muestra de las 150 mayores empresas que pasaron de tener el 30% de políticos en la dirección a principios del siglo, al 80% durante el fascismo, y 6% en 1960; esto lo correlacionan con los resultados de las empresas respecto a otras comparables, controlando estadísticamente por variables como daños relativos sufridos en la guerra, o ayudas recibidas o no por el Plan Marshall. Las ventajas de las conexiones políticas eran financiación bancaria, contratos públicos, mejor trato fiscal, y menos regulación (estas tres últimas son familiares en la actualidad norteamericana). Tras la eliminación de los fascistas de las empresas, las que tenían conexión política caen en resultados con respecto a las que no, lo que lleva a los autores a sostener que estas prácticas suponen una mala asignación de recursos de capital, que a la larga es ruinosa.
El trabajo sigue al de Acemoglu, Johnson, Kermani, Kank y Milton para Estados Unidos en 2015, sobre el valor de las conexiones en tiempos turbulentos, donde se muestra cómo la información preferente favorece, al menos temporalmente, la marcha de las empresas. Sería interesante que Acemoglu y colaboradores volvieran sobre el tema, si es que el gobierno y partido republicano no acaban antes con las universidades públicas. Una segunda idea es si el narcisismo de los gobernantes de EEUU, que tienen al mundo –exterior e interior– como querían, pendiente de sus exhibicionismos, llevado al extremo podría provocar una crisis de deuda además de la bursátil. De las crisis se sale, pero muchos no levantarán cabeza, pues es proverbial la capacidad de los mercados para permanecer contrarios durante bastante más tiempo –John Maynard Keynes dixit–. que la gente normal puede soportar.
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