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La UD Almería tenía como deber preferencial hacer bueno el infartante pero valiosísimo empate que cosechó en La Rosaleda y, pese a todos los argumentos en contra, el equipo de Rubi fue fiel a su esencia y tuvo que sudar gasolina para llevarse los tres puntos ante un Mirandés que bien demostró que su coliderato era de todo menos circunstancial. La sensación de la UDA es la de ir con el piloto automático de los equipos ganadores. Esa faceta determinante a la que sólo tienen acceso los equipos que se han acostumbrado a ganar: la otra cara (también positiva) de la victoria. Ayer, la UDA contrarrestó su latente problema en el mediocampo con una defensa de área prácticamente impoluta y un trabajo sucio sólo presente en los equipos conscientes de lo mucho que se juegan. No es sino el caso del Almería, claro. El cuadro indálico hizo gala de su gran fortaleza en la primera parte: la facilidad para llevar posesiones al último tercio del campo. El Almería es el equipo de la categoría que más acumula esas posesiones en el cómputo general, el segundo más eficaz en área rival y el que más marca y remata. Todo esto, ante al que menos encaja y el mejor equipo en defensa de área propia. Suele pasar que los equipos, cuando entran en esta vorágine ganadora, dan la sensación de que mejoran hasta sus puntos más débiles, tienen a la diosa Fortuna de su lado y estimulan su lado más laborioso hasta cuando, como en el caso del Almería, son más dados al beneficio que al oficio. Todo por la victoria. Hasta en días más grises, se activa el piloto automático y a la UDA, que es el tercero por la cola en la defensa del área propia (20º), da una lección en su parcela al intachable mejor en esta materia: el Mirandés. Esto es fútbol. Y la sensación es que, aunque la UDA perderá varios partidos, los rivales, como dice Rubi, van a tener que sudar para parar esta inercia.
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