Normalidad olímpica

05 de agosto 2024 - 03:09

En estos Juegos Olímpicos, ante tanto despliegue de tecnología y glamour por parte de los deportistas, ante semejante derroche de accesorios que permiten tener una supuesta mayor eficacia ante los desafíos, me ha llamado la atención un tirador turco, de nombre Yusuf Didek, quien pipa en mano se alzó con la medalla de plata en una prueba de equipo con pistola de aire comprimido desde los 10 metros. Lo que produjo curiosidad mundial, y por supuesto fue carne de memes, ha sido el atuendo de este hombre de 51 años, con menos pinta de deportista que yo, y sin ninguna parafernalia. Con una mano en el bolsillo logró el segundo puesto. Una camiseta de diario, un pantalón dominguero y sus gafas de ver le bastaron al turco para poner en evidencia el exceso de atrezo que utilizan la mayoría de los deportistas. Me recordó a la publicidad de teléfonos que protagoniza Antonio Resines, cuando dice que si al runner le quitamos el pulsómetro electropectoral, las zapatillas con cámara y las mallas aerocompresivas se convierte en un corredor de los de toda la vida. Yusuf Didek puso en evidencia la tontuna colectiva y parece que después de tirar y quedar segundo, preguntó dónde podía echarse un cigarro. Un cuñado auténtico. Le faltaba el cubata apoyado por ahí cerca y luego decirles a los demás, ahí se quedan. La normalidad de repente se hace presente en unos Juegos que nacieron con la polémica de la puesta en escena como si de la última cena se tratara, pero con personajes grotescos. Yo no creo en Dios, vaya, pero hay religiones en las que por mucho menos te cuelgan en la plaza pública. Arte le dicen, así que me voy a callar la boca. Pero a lo que iba. Este cincuentón, padre de familia, transmitió normalidad en un mundo donde la gente le echa fotos a lo que va a comerse. No es un cateto. Es una persona de las del montón, como lo somos todos. Es el tipo que arroja, sin tal vez pretenderlo, sencillez a una competición milenaria que dicen que se inventaron los griegos. El bueno de Yusuf ya está en su país, donde fue recibido como una estrella. A todos nos ha parecido un marciano cuando debería haber sido todo lo contrario.

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