El parqué
Lastrados por Trump
Está claro, y creo que muchos coincidimos. Este Almería, que ha costado una pasta y que por presupuesto es el candidato número uno al ascenso directo (como allá por el mes de agosto ya dijo su entrenador, Rubi, y que prácticamente todos los entrenadores de los equipos a los que se ha ido enfrentando lo han repetido y no se han cansado de echarle “piropos”), no puede permitirse partidos como el que hizo en Ipurúa ante el Eibar, cuando quiere ascender de forma directa a Primera. Así no. Y lo más preocupante es que lo que ocurrió la semana pasada no fue un accidente, ni mucho menos. Ya lo hemos visto recientemente en Albacete o en La Coruña, incluso en el Estadio ante equipos como Real Oviedo o Elche -aunque con estos últimos el equipo logró “maquillar” el partido sumando un punto-, pero lo de Eibar es como la gota que colma el vaso de la paciencia de una afición que cada vez cree menos en este equipo, que desconfía por completo de su verbo y que, incrédula, no sabe lo que le puede estar pasando, con discursos fuera de lugar como el de Rubi a la conclusión del partido. Así será complicado, no solo ascender de forma directa (el objetivo, no nos engañemos, de esta plantilla), sino de asegurar una plaza de promoción. El equipo alimenta esperanzas a los que están por delante, así como a los que vienen por detrás en la clasificación, que ven cómo el gran favorito está aflojando. Claro que ganará partidos. Al menos eso esperamos, pero con esa actitud y esa manera de afrontar los partidos, lo del objetivo parece una auténtica quimera. Le preguntaría al vestuario: ¿qué puedes hacer por tu equipo? Porque con esa actitud está claro que no se va a ningún sitio, o al menos a alcanzar tu objetivo. ¿Dónde está el juego colectivo de este equipo? No existe, o al menos desde fuera, no se ve. Cinco puntos de veinticuatro posibles lo dicen todo. Una plantilla que en dos temporadas ya ha tenido a cinco entrenadores. Algo está fallando... peligrosamente.
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