EN EL MAR DE LAS ÁGATAS

Crítica/Poesía

06 de abril 2025 - 03:11

Es una playa solitaria, en la que el rumor de las olas se esfuma en un murmullo desvaído, abocado a la nada. Hay una sensación de paz aplastante, casi paralizante de toda acción, evasión del tiempo, de la memoria. Bajo una luz uniforme, sin procedencia ni estridencias, homogénea en todo el espacio, brillo gélido nacarado, así imagino, tras su lectura, el paisaje en el que se desarrolla la última entrega poética de José Antonio Sáez ( Albox, 1957).

En este espacio sentido es donde voy construyendo las figuras sugeridas por el poeta, cuan taumaturgo que crea artificios imaginarios, evanescentes imágenes, que surgen, suceden, interrelacionan, van y vienen, sentadas absortas ante el horizonte infinito, en un atardecer cárdeno, rutilante, preludio final de la jornada, en su instante eterno, tristeza sentada en todos sus momentos, puerta hacia el final.

En su balanceo de apariciones, esperan todas al barquero, unas anhelantes, otras deseando que nunca vuelva, pero el destino es el carcelero que allí las retiene.

El autor reflexiona sobre el sentido de la existencia, el tránsito de los días, rememorados como condensaciones vaporosas, humo de formas azarosas, sólo importa el yo, las emociones pasadas, el amor y la esperanza.

La obra de José Antonio Sáez está sustentada en una metafísica lírica, melancolía sobre la perennidad, de los momentos perdidos y no recuperables, ahondando en el sentido de la realidad consciente.

Este poeta traduce estas ideas en composiciones de exquisita arquitectura de la palabra, depurando su significado, hasta conseguir que conecten con la fuente anímica de su origen, engarzadas en conjunciones generadoras de escenas trascendentes, envueltas en un simbolismo limpio de aderezos innecesarios, conectando con la percepción sensitiva del lector, en su descenso hacia el fondo de la conciencia.

Mar de las ágatas, editorial Alhulia, es una obra que procede de la madurez creativa de José Antonio Sáez, una de las voces líricas actuales más importantes, organizada en tres partes bien diferenciadas, dentro del hilo conductor que le da sentido. La primera parte, Fuente de las lágrimas, representa el encuentro con la costa del mar de los naufragios, asombro y tristeza, recuerdos y nostalgias, pero el poeta nos traslada, en su segunda parte, Arpa de David, a los campos de vibraciones líricas, evasión del trance final presentido, caída permanente hacia el fondo de la luz, finalizado por la última etapa, Arcos florales, donde la belleza, evocaciones, recuerdos y presencias se mezclan, confunden, añorando el tiempo irrecuperable.

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