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Es Andrés García Ibáñez un auténtico paradigma de significación en el panorama pictórico nacional, pues sin necesidad de estar en Madrid, ni de insistir en la publicidad, ha ido consolidando un prestigio artístico demostrado a través de su obra. Lo conocí allá por los noventa, cuando yo estaba inmerso en la aventura gilabertiana. Colaboró en una de mis ediciones. Al verlo, se desprendía su esencia de pintor, sólo enfrascado en el universo de los pinceles y creación sin límites. Sencillo en el trato, profundo en su oficio. Poco puedo decir sobre su trayectoria plástica, pues ella por sí misma justifica su solidez estética.
Ya ofreció “Variaciones plásticas en torno a Beethoven”, en aquellos meses de incertidumbre de la Covid, mes de marzo, tiempo incógnito sobre el futuro, reclusión y reflexión. Mas todo pasó como un mal sueño y la vida sigue.
Su Arte es consustancial con la vida, expuesto como expresión vital, de triunfo y gesto socarrón sobre las futilidades sociales que nos rodean, crítica y sonrisa se aúnan en el relato creativo de Andrés García Ibáñez. Mas el artista se evade, en su campo de acción figurativa, hacia los espacios de sensaciones y emociones, huida que se interna por los caminos de la fantasía, penetrando en las luces y sombras que ésta le aguarda, vibrando, soñando, sucumbiendo ante los destellos que el pintor descubre, en su viaje mágico estético, siendo empapado en ellos para plasmarlos en sus piezas. En éstas conjuga sus experiencias sensitivas, el trasfondo de todo el sustrato estilístico que mueve su experiencia con el pincel.
En esta ocasión prosigue Andrés García Ibáñez con su pasión artística, las sinfonías de Beethoven y el descenso hacia el subconsciente de Goya. Conjuga ambos genios, en sus coincidencias biográficas y producciones. Los ensambla armónicamente a través de su obra, en una instalación fresca y dinámica, en la cual la contemplación de sus composiciones nos adentra en el hábitat sensitivo de ambas cimas del Arte.
Las piezas presentadas en esta exposición poseen rotundidad, significado simbólico, que traspasa la mera imagen, para penetrar en el sentido inferido por el artista. Pero la modulación cromática incorporada acompaña, dirige y define, la escena contenida en las imágenes impresas en cada una de sus obras, conformando su conjunto un cuerpo único que genera una figura singular, con personalidad propia, la cual comunica el mundo que anida en las sombras de la conciencia. Lo consigue el pintor con fuerza, precisión, y calidad en la idea traspasada con el pincel al lienzo.
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