Justicia bajo la niebla

Pasión literaria

19 de julio 2024 - 03:07

La escritora almeriense del Valle de Rodalquilar, Josefina Góngora Pérez, en treinta capítulos con su prólogo y epílogo, editado de forma exquisita y en papel ecológico por la editorial “Círculo Rojo”, nos describe de forma novelada la vida dolorosa de Bianda Engels Dorset, la cual pretende con esperanza, de forma ansiosa, durante las 169 páginas, huir de esa situación, de escapar,…Lo que jamás llegó a imaginar, inmersa en la solidad silenciosa de su dolor, es que el providencial universo le tenía reservado por casualidad del destino un nuevo comienzo en un fascinante lugar.

Llegar a Ochagavía, una de las tres puertas de La Selva de Irati, no fue una casualidad y si una encantadora causalidad. Allí, y solo allí, fue donde encontró el amor de Jon, un alma espejo de la suya, y abrazó una antigua y poderosa magia. El espíritu del bosque, la inmensidad de la Naturaleza, haciéndose sentir pequeña e inmensa de amor y respeto. Sobre todo, cuando puso en su camino ese cachorro malherido que se convirtió en el motivo por el que decide seguir adelante.

Fue el reseteo de la vida ante un nuevo comienzo humedecido de duende y embrujo en una acción con la impronta del valor de la justicia, configurada ésta desde una planimetría espacial providencial que le coadyuvó a conseguir la máxima expresión de la plenitud de la vida: el amor.

Josefina Góngora Pérez es una apasionada de la literatura desde su más tierna infancia. Pasión que le ha llevado a escribir su cuarta obra “Justicia bajo la niebla”, tras su primera novela “Amor y traición en el cortijo del fraile”, seguida de su segundo libro “Mi viva muerte”, un poemario que entronca con la anterior. Le siguió en su expresión literaria “El cielo de Roma”, novela que escribió de forma conjunta con su hija Irene Pascual Góngora.

Josefina mantiene la misma sensibilidad durante todo el recorrido de la obra literaria, desde sus dedicatorias impregnadas con acento de la autenticidad del verdadero amor humanístico: “A José Ortega Caro Fue un honor conocerte, querido José. Hablar contigo de literatura lo fue aún más. Ahora mi agradecimiento y tu recuerdo son una eternidad. Entre mis miradas al cielo siempre existirás”; y “A mi querida familia con todo mi amor. Gracias por ser esas almas tan bonitas que habitáis en mí y junto a mí. IRANVALANAXCAR”.

Todo un loable y plausible disfrute la lectura de esta bella novela tan clarificadora de un corazón soñador, recubierto en la nebulosa del interior con una sublime alma impregnada de duelo y resiliencia, y de amor, que le lleva en su caminar, despejando toda aurea de niebla en el devenir emergente en un tiempo extraño, incierto y convulso, imponiéndose como un viento esperanzador y fresco ante la mortificación del corazón y el alma a través de la naturaleza y los animales.

Y es que, quién a hierro mata, a hierro muere, haciéndose presente la personificación alegórica de la humanización de la Justicia divina.

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