Carta de una guerrera
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Carta de una guerrera
Un día, ese maldito toca a la puerta y entonces quedas paralizada, de miedo, muerta. Se tambalea cada cimiento de tu vida. El temor te invade y por dentro buscas una salida. Maldito que te has llevado una parte de mí y, aunque tú me tumbes, ahora volveré a resurgir.
Te pierdes por momentos y cuando te miras al espejo no sabes muy bien de quien es ese reflejo. Días que solo están invadidos por la oscuridad, que el dolor te devora y te lanza a una incierta soledad.
Una pregunta te ronda una y otra vez, no la quiero oír, pero no hay que temer porque dentro de ti hay una fortaleza que, aun apretando los dientes y sin del todo creer, sabes que lo darás todo por vencer.
Insomnios de largas noches amargas y hasta a veces la duda invade tu estancia y empiezas a entrar en ese mundo oncológico. Esa primera pregunta que te retumbaba ¿por qué yo? Y en realidad ¿por qué no?
Y entre tanta incertidumbre llegan a las puertas de tu vida personas, guerreras y te vas quedando con un pedacito de cada una de ellas. Y de ellas agarras su fuerza.
Entonces piensas bendito Dios que enlazas nuestros caminos. Algunas se quedaron en la lucha, pero hasta el último momento dieron pelea y sus voces no quedaron mudas.
Te agarras con mas fuerza a la vida. Lo miras de frente y aunque las piernas tiemblen le gritas a viva voz “aquí me tienes”.
¡Jamás podrás vencerme!
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