Pantaleón Mecías Escámez

Estacada al corazón

Líneas torcidas

Kaiky avanza con el esférico ante la presión de Fer Niño.
Kaiky avanza con el esférico ante la presión de Fer Niño. / D.A.

23 de marzo 2025 - 03:12

El Almería no cejó en su empeño de poner los clavos de su ataúd y volvió a dejar una imagen que, como acostumbro a decir, si no fuera por el ultraje frontal y encarnizado que lleva sufriendo este escudo durante tanto tiempo, sería para estar altamente consternado. Pero ¿ya qué más da? ¿Acaso ha importado alguna vez? ¿Alguien atendió a nuestras proclamas cuando alertamos del peligro de jugarse parte de nuestro futuro institucional con los quienes perpetraron el bochorno del pasado curso? La fractura era y es inevitable, exclusivamente propiciada porque, quienes deben llenarnos de orgullo, jamás serán capaces de brindarnos el honor de que nos veamos representados en ellos. Sólo son trabajadores al uso que no generan ningún tipo de vínculo ni ninguna emoción que trascienda la barrera profesional. Será mi naif forma de ver esto. Algo así debe de pensar el idolatrado Luis Suárez de nosotros, a tenor de cómo el viernes, con el pitido final, corría dándose con los talones en el culo para meterse en el vestuario mientras medio centenar de rojiblancos permanecían mojados, con los ojos vidriosos y a 850 kilómetros de casa, atónitos ante la enésima estacada al corazón. Quizás esto también ayude a responder a muchas de las cuestiones que atañen a la baja asistencia esta temporada del Mediterráneo. Te boicotean voluntariamente quitándote las gradas supletorias sin motivo y te plantan a once tipos carentes de honor y de los preceptos más básicos de la profesionalidad. Se antoja un verdadero planazo. Cierto es que, en estos casos, lo propio es comulgar con el lema de “ir por el escudo”, pero no se me ocurrirá jamás cuestionar la valentía o el sentir de alguien que no quiere pasar por el aro de la humillación. Para colmo, las previsiones de futuro en clave institucional siguen pendientes de un hilo y marcadas por la opacidad y el trilerismo. ¿Quién da más?

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