El parqué
Álvaro Romero
Tono alcista
Cuando uno echa la vista atrás se da cuenta de lo que atesora. Los aficionados almerienses siguen inmersos en el mejor momento de la historia del fútbol local, desde que hace 15 años se forma parte de la LFP de forma ininterrumpida. Un logro de un valor incalculable, dado el sufrimiento padecido por gran parte de los actuales seguidores, entre los que me incluyo, cuando el mayor éxito se basaba en despuntar entre los mejores conjuntos del grupo IV de Segunda B, o años atrás, de Tercera. El oasis de la AD Almería fue eso mismo, un periodo tan corto como idílico, que acabó como el rosario de la Aurora. Rodeados de desuniones y envidias, se llegó por fin a la unión del fútbol almeriense en torno al CF, que adecuó su estructura general para albergar a todos los aficionados y dirigentes de Poli y CF en un mismo espacio, la nueva UD, con el único objetivo de formar todos a una un club sólido y unido en Almería. Las raíces de lo que estaba por venir provenían de la tierra, de jugadores que habían mordido el polvo de los campos de tierra de Tercera, que supieron insuflar a la entidad por muchos años, compromiso por el club que les pagaba y amor a sus colores. La figura de Casuco fue clave para dar forma y forjar deportivamente a aquella UD que aspiraba a hacerse mayor y a perdurar en el tiempo. José Ortiz, Moreno, Raúl Sánchez, Francisco, Flores, Alex, o sea, la base de aquel conjunto dirigido por Casuco, se encontró quizá el hueso más duro de roer, el Real Madrid B de Javier Portillo y Valdo. Precisamente, este último jugador fue el que abrió el marcador de la fase de ascenso en el Juan Rojas, tras un extraordinario despliegue futbolístico merengue, que anunciaba un salto de categoría por haber llegado tan alto, pero que presagiaba un año más de consolidación en Segunda B. La metamorfosis del segundo periodo fue el definitivo punto de partida de lo que ahora se disfruta. Se sacó a relucir ante el peor rival posible lo que era un equipo comprometido y unido, características que tanto se echan en falta actualmente, que pasó por encima de un trasatlántico al que arrollaron por completo. Las posteriores declaraciones del chulesco Portillo acerca de su propia grandeza y de la suerte del pobre, solo fueron manifestaciones, porque los de Casuco hablaron donde se debe hacer, sobre el césped. El resto de la liguilla lo determinó aquel choque, porque la confianza adquirida y la arrogancia blanca con el resto de los rivales se convirtió en la alfombra roja rumbo a la LFP, que en Pontevedra tuvo su lindo colofón. Ser equipo de Segunda A siendo UD, posibilitó la llegada de Alfonso García. A partir de ahí, podremos quejarnos en determinados momentos durante estos lindos 15 años, pero como indicaba al comienzo, cuando uno echa la vista atrás sabe lo que significó aquel ascenso, aquel logro que perdura a día de hoy.
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