Visto y Oído
Lalachus
Crítica de arte
Carmen Guardia expone una obra de gran sensibilidad estética, proponiéndola como soporte de un relato emocional, en el que plasma la sucesión de experiencias percibidas en su relación con el entorno existencial.
La línea danzante, según su cambio de forma, resuena en el lecho de un fondo monocromo, como también segmentado, el cual hace de acompañante coral en la historia palpada por el intelecto de las emociones. El color se sucede, mostrando el escenario sobre el cual puede deambular sus contornos lineales, en figuras caprichosas, ajenas a los ángulos ahuyentadores de miradas sensibles, ofreciendo una visión suave, acompasada, armónica, intimista, resonante con la melodía interior que descansa en la experiencia feliz de la existencia.
Consigue Carmen Guardia expresar una obra de tal conceptualidad estética, gracias a una sencilla pulcritud expositiva, que aparece directa en la presentación, concisa en las formas, iluminada en la idea que se ajusta en el conjunto de anillos fluctuantes, y líneas conjugadas, en el entramado visual que desarrolla la idea plasmada en el cuadro. Son estas líneas como caminos a ninguna parte, unas veces orientados hacia el vacío de la nada, cuando no, encerrados en el mismo bucle de trayectoria insinuante, reflejo de pensamientos que enclaustrados en sí, persisten en el momento de su fijación, tras el encuentro ante la imagen luminosa, con el entorno natural, el profundo azul marino, o la limpieza celeste del cielo sujeto al dominio de la luz.
La pintora organiza estas impresiones en su descripción plástica en el cuadro, usando una paleta diversa para transportar las ideas sensitivas que aturden el entendimiento, en el primer instante de sorpresa por el asombro surgido ante la grandeza del paisaje. La artista lo asume en su interior, como un torrente desbordado de experiencias luminosas, que anega sus espacios de sosiego, abrasa sus recodos del pensamiento, significando confusión en su primer encuentro, para ir después asentando los destellos, pensamientos azarosos surgidos en el momento de su hundimiento en el pozo de claridades, en sacudidas rítmicas que van integrando su frecuencia sensitiva, convirtiéndose los caminos de destinos sin lógica, en estrofas visuales de un verso luminoso, escrito con una grafía cromática, y modulado por los trazos ondulados que en la superficie de sus piezas florece.
Las manchas de color, que en ella se asientan, simulan el reflejo de la Naturaleza, en la sinfonía de tonalidades organizadas por la pintora. Sugerente obra es la propuesta por Carmen Guardia.
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