EDUARDO MILLÁN Y EL PESO DE LA LUZ

Crítica de arte

24 de noviembre 2024 - 03:12

La luz aparece envuelta en la humedad del ambiente, descansando sus brillos en el espacio aéreo, matizando su claridad hacia una visualización densa, espesa de blancura azulina, que impacta con las superficies para mostrar tonalidades intensas, anegada la retina por el peso de la luz.

Eduardo Millán (Jerez de la Frontera, 1979) es un pintor minucioso, que aplica su pincel en el lienzo con tranquila placidez, dejándose llevar por su rastro, sumido en los colores que la imagen plasmada reclama, hundido en la magia cromática que la aventura plástica sugiere, desvelando la figura que la superficie esconde, tras apoderarse de la proyección de la idea del pintor, cuando está pensando en ella. El artista no pinta para acumular obras y ofrecerlas en galerías y exposiciones, tampoco bajo la obsesión de estar en el trayecto permanente de la perfección, sino que se funde en la obra, en un ejercicio permanente, en comunión con la proyección de la imagen pensada en el lienzo, persiguiendo el rastro de la luz, mas al concluir ésta solo ha dejado su huella, volviendo de nuevo a repetir su acción plástica. En ésta expresa el pintor las huellas de aquellos pintores que más le han influenciado, sobre todo Velázquez, modelo admirado y perseguido hacia su alcance. Es un lema que preside su obra, espuela que le da aliento, cuando se integra en el interior de la inicial blanca superficie de la pieza. En la soledad de su estudio, punto de referencia de esta propuesta, nos muestra un escenario silencioso, sumido en la siesta de las horas intrascendentes. Rescata la luz de su trayectoria para mostrarla en todas sus posibilidades, como signo del tiempo que pasa, espejo del silencio, en sus caprichosas refracciones, la rotundidad de su percepción cuando cubre los detalles, por la fuerza que aplica al abrazar el paisaje. El pintor al introducirse en su obra, juega con artificios velazqueños de profundidades y tramoyas especulares, imitando el gesto reflejado, símbolo de su aventura estética.

La luz aplicada en su obra me recuerda a la de otros pintores gaditanos, del actual panorama plástico, siendo el modo de presentarla su muestra singular de la puesta en escena.

Eduardo Millán es hábil en el dibujo, certero en su ejecución, mostrando un realismo fiel, quedando las líneas sumergidas en la impronta luminosa solar, expresada la imagen tal y como es percibida. Nos ofrece en sus piezas la realidad comprendida por la mirada, vivida en la consciencia, impregnada de sensaciones.

Eduardo Millán demuestra su valía en la pintura expuesta.

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