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Este año estamos celebrando el 200 aniversario de la gesta liberal en Almería. Para esta efeméride traigo a colación el libro de narrativa ensayística escrito con la razón, el corazón y el alma por la profesora Carmen Ravassa Lao: “El Colorao” no es rojo, situándonos en un momento histórico de una España sumida en el absolutismo de Fernando VII e invadida por las tropas napoleónicas, apareciendo unos caballeros que buscan la libertad para su patria. Por llevar las casacas rojas del ejército inglés, fueron llamados “Los Coloraos”. Ofrecieron su vida por amor a la libertad y a su tierra, formando estos hechos un parte exclusiva de una etapa de la historia de Almería.
“El Colorao” no es rojo, editado por Soldesol y prologado por David Lenguasco Ruiz, describe en sus 270 páginas con prestancia literaria y saber historiográfico, la recuperación de un hecho luctuoso acontecido el 24 de agosto de 1824, a pesar de los silencios que han formado parte de la sinfonía histórica de esta gesta, que pretendía la instauración del régimen constitucional de 1812, pero que tuvo un final ignominioso con la cruel muerte de 22 militares mediante su fusilamiento de rodillas y de espalda en la Rambla de Belén bajo la acusación de traición a la patria.
Carmen Ravassa, descubridora, tras una ardua investigación, del lugar en donde se encontraban los restos humanos de estos soldados recogidos en un nicho olvidado y sin encalar en el Cementerio de San José y Santa Adela de Almería, tras su incomprendida e innecesaria inhumación un 7 de mayo de 1947.
Ante esta efeméride del bicentenario y a propuesta colegiada por la Asociación para la conmemoración del bicentenario de Los Coloraos (1824-2024), creada con el objeto de rendir homenaje a estos “Mártires de la Libertad”, solicitó autorización a la autoridad gubernativa competente para el traslado solemne de los restos cadavéricos de los difuntos al Monumento funerario de Los Coloraos, sito en la Plaza de la Constitución, conocida como Plaza Vieja o del Ayuntamiento.
“Pingurucho” declarado recientemente como Lugar de la Memoria, y en el mismo convertido en cenotafio puedan reposar en el interior de su blanco mármol y hasta la eternidad del tiempo en un claro signo testimonial de que dieron su vida por el derecho internacional más apreciado en los sentires democráticos, especialmente en estos momentos de elevadas tribulaciones geopolíticas totalitarias populistas: la libertad.
A la espera de que los difuntos soldados sean inhumados y trasladados al Pingurucho de la Plaza Vieja, siempre es recomendable leer el libro de Carmen Ravassa: El Colorao no es rojo, por su exquisita sensibilidad humanística cristiana en todo su recorrido historiográfico de estos 22 hombres Mártires de la Libertad.
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