Jorge Colipe

Cantona

27 de enero 2025 - 03:07

Este sábado 25 de enero se cumplieron 30 años de la patada voladora más célebre de la historia del kárate. Bueno, en realidad no eran las olimpiadas, ni ninguna competición de la disciplina, sino un partido de fútbol. Tampoco el pateador era Bruce Lee ni tenía la fantasía de Kung-Fu, sino que fue un jugador de fútbol llamado Erik Cantona. El episodio, por ponerlo en contexto, fue en respuesta a los insultos de un aficionado del equipo contrario al jugador del Manchester United, que se retiraba del campo de fútbol luego de haber sido expulsado frente al Crystal Palace. El suceso, entonces memorable, hoy es rescatado, porque en Europa, en nuestros días, a nadie se le ocurriría pensar o ejecutar algo semejante, pero eran otros tiempos, tiempos violentos o Pulp Fiction, como la icónica película de Tarantino. Corría el año 1995, pero algo antes, habíamos visto pelear a Maradona contra todo el Atlhetic de Bilbao. Asistimos atentos a aquel partido de Copa Libertadores de América donde una tangana monumental propició que los fotógrafos usaran su cámara como arma arrojadiza contra los jugadores xeneizes en un partido entre Colo Colo y Boca Juniors. Fuimos testigos de varias cosas y entonces la patada de Cantona a un aficionado del equipo rival, saltando la valla publicitaria, no estaba del todo descontextualizada. Era otro momento, distinto tiempo, otra manera de entender la vida y de vivir el fútbol. Épocas de guerra a los hooligans, de encuentros calificados de alto riesgo, de pensarse seriamente en cómo y de qué manera asistir a un estadio de fútbol porque era peligroso. Así y todo, la patada con Cantona volando entre la gente quedó grabada en la retina de quienes asombrados veíamos como un jugador con el cuello de su camiseta levantada devolvía, a su manera, los agravios recibidos. La sanción fue dura, el francés estuvo ocho meses sin jugar y fue condenado en los juzgados. Esto aún sucede en estadios sudamericanos, donde las barras campan a sus anchas y han hecho del aliento un negocio millonario al servicio de la política y los políticos. Los jugadores son un poco menos violentos, pero la llama sigue encendida treinta años más tarde.

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