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Regreso al futuro. Los aficionados rojiblancos viven en un déjà vu constante. El pasado no se puede convertir en recuerdo cuando es presente cada fin de semana. Una realidad dolorosa protagonizada por los mismos protagonistas. Se acaban los calificativos. Elijan ustedes los que quieran. Aquellos que arrastraron el escudo en los campos de Primera División se han marcado el propósito de continuar en Segunda. Nunca es tarde si la dicha es... mala. Nuevos lugares en los que salir goleados, humillados y peleados entre ellos. Nuevos rivales que te superan en actitud y compromiso. Nuevos entrenadores que te comen la tostada desde la pizarra. Nuevos retos, todos ellos con el mismo denominador común: palmar como siempre jugando como... siempre. Mohammed El Assy sacando pecho por sus centrales, Rubi achicando agua en un océano de incompetencia y los aficionados inmersos en una pesadilla que parece no tener fin. Por si hubiese alguna duda, ya es hora de quitarnos las malditas etiquetas que acompañan a la ‘plantilla más cara de la categoría’ y ‘principales favoritos al ascenso’. Mejor digamos el equipo que más goles encaja, con un vestuario ingobernable, una planificación deportiva nefasta y un irreconocible estilo de juego marcado por los errores en ambas áreas. Koeman dijo aquello de ‘es lo que hay’ en su etapa como entrenador del Barcelona. Pues sí. Vigésimo puesto en la clasificación y un mes de octubre para echarse a temblar. Cualquiera se arriesga a apostar por una reacción de este equipo. Más puntos de inflexión que un matrimonio condenado al divorcio. Los rojiblancos no juegan ‘finales’, las pierden. ¿Ironía? El único recurso para pasar el trago con este club a la deriva desde hace meses. ¿Optimismo? Busquen a otro.
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