Burros y apaleados

27 de julio 2024 - 03:09

Nunca me he ido de un sitio dejando al equipo de una manera que no me gustase y tengo ese compromiso. Esta fue la forma en la que Adrián Embarba se autoproclamaba futuro capitán de un barco que, pese a sus ínfulas de líder, se hundía sin que nadie pudiera hacer nada para remediarlo. Maldita hemeroteca. No puede negársele al bueno de Adri que, en ese momento, no fuera todo astucia: ni él mismo se imaginaba sortear la desgracia de volver a ser un jugador más de Segunda División. Pese a ser sabedor de que su contrato contemplaba una cláusula de salida, seguía vendiéndole el pollino a la fácilmente cautivable afición indálica, tan carente de figuras a las que venerar con sentido y razón. ¿Me quedo? Tengo el relato de mi lado y crédito tras una temporada paupérrima. ¿Me voy? Ciao! Os salvé, ¿qué más queréis? Y todo esto siendo el capitán del equipo. Bueno, pues gran parte de la masa social rojiblanca ha sido presa de esa artimaña demagógica: cataratas de tuits en los que la afición hace de tripas corazón y, pese a todo, agradece a Embarba su compromiso y su actuación en Cornellà-El Prat aquel 4 de junio de 2023. Un acto de elegancia y nobleza sobresaliente por parte de la parroquia rojiblanca. De verdad, ¿nos estamos volviendo locos? ¿Existe algún estómago que soporte encumbrar a un futbolista que, sediento de focos, quiso poner a su propia figura en lo más alto? ¿Tan faltos de referentes estamos como para hacerle loas por haber metido un penalti (y evitar lo que, a la postre [y, en cierta medida, por su culpa] ha acabado pasando) a quien quiso ganarse el favor popular con romanticismo barato? Embarba se va como se irán todos: como un jugador que ha manchado el nombre de una institución joven, pero más grande que todas las reverencias y pleitesías a quien quiso erigirse como un líder a costa de un momento de decaimiento y debilidad general.

stats