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Carmen Pérez
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Opinión
Al parecer los socios promotores de la ley Celaá, no han conseguido sacar la enseñanza de la Religión de currículum, pero a cambio han conseguido que se cree un área aconfesional de "Cultura de las Religiones". No hace falta mucho esfuerzo para imaginarse lo que será esta asignatura en manos de aquellos que buscan de manera activa y beligerante la secularización de la sociedad, promoviendo obstinadamente no solo el anticlericalismo sino directamente la cristianofobia. Poder camuflar bajo el ropaje de disciplina científica, rigurosa, positiva y fruto de la razón ilustrada, interpretaciones del fenómeno religioso, que nunca estarán exentas de presupuestos ideológicos, es el sueño de todo descreído.
Dado que no se puede cuestionar la universalidad del hecho religioso y su repercusión en las distintas culturas, ya que trasciende, por su propio dinamismo, la esfera meramente íntima y personal del sujeto, quedando acreditada su importancia en la formación de las nuevas generaciones como requisito irrenunciable para que puedan comprender la realidad social y forjar su propia identidad; la estrategia de los que atacan la fe es muy sencilla: hacerse con la docencia de la religión para poder ofrecer una imagen sesgada del cristianismo, plagada de medias verdades históricas y carente de toda dimensión trascendente y sobrenatural.
En definitiva, una forma de adoctrinamiento de corte laicista, que busca imponer su propia visión del mundo, evidenciando, por enésima vez, sin ningún tipo de pudor, tal como nos tienen acostumbrados, que siempre han acusado a los demás de aquello que habitualmente hacen o desean hacer. Soy consciente del valor académico de la Historia de las Religiones cuando se recoge en programas de estudios universitarios, pero no es el caso cuando se decide implantar en primaria y secundaria. La pretensión dolosa en estos niveles es bastante ostensible. No cabe duda, desde el punto de vista psicológico que, en el fondo, los que arremeten contra la clase de religión y moral católica están obsesionados con el tema religioso y, por mas que quieran evitarlo o negarlo, su pensamiento no deja de girar en torno a esta cuestión y a su universo simbólico. Incluir en esta ley la cultura de las religiones, es prueba de ello.
En este contexto, la enseñanza confesional de la religión es la única garantía que tienen los padres de que el colegio verdaderamente esté educando a sus hijos en la libertad, la tolerancia y el respeto a sus propias convicciones morales y religiosas.
Siendo ésta también la única forma de preservar el derecho de los niños a no ser adoctrinados en ningún tipo de ideología contraria a la dignidad sobrenatural del ser humano o basada en antropologías reduccionistas y sectarias. Suprimir el carácter evaluable de la asignatura de religión supone, como bien saben los que lo han aprobado, aniquilar el elemento extrínseco que da seriedad y fortaleza a la materia. Del mismo modo, eliminar la asignatura alternativa o espejo supone una discriminación clara para el alumno que elige ir a clase de religión. Con este panorama, la propuesta de cursar cultura de las religiones no puede entenderse, en modo alguno, como una opción integradora sino más bien como una trampa sibilina y sórdida.
Las delegaciones de enseñanza de las distintas Diócesis españolas, con nuestra campaña #ReliEsMás, venimos dando a conocer nuestra apuesta decidida por una formación integral de los alumnos que les ayude a crecer como ciudadanos libres, comprometidos, felices y vacunados contra el vacío existencial.
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