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El triunfo se paladea mejor con sufrimiento. Cualquier logro en el que la épica no haya tenido su parte alícuota pasa desapercibido, se integra en el paisaje de la normalidad y tiende al olvido fácil. "Fútbol es fútbol". La frase acuñada en su día por el entrenador serbio Vujadin Boskov es el máximo exponente de un deporte que se ama y se odia a partes iguales. El tránsito de las lágrimas a la alegría desbordada es una fina línea imaginaria que separa estados de ánimo en la misma medida que el balón, siempre caprichoso, penetra en la portería o sacude el infinito imaginario de la impotencia. El Almería jugará la próxima temporada en Primera División después de una jornada heroica, en la que la 'posada del fracaso' se había instalado en una afición desbordante, henchida y creyente. Pero la realidad es tozuda y acaba por imponerse como el peso de una losa sobre un goma de mascar. "Así nacen los colores de la piel", que de forma acertada titulaba su crónica en Diario e Almería, Paco Gregorio, jefe de Deportes, es la definición perfecta de un sentimiento labrado cada jornada de esta campaña en el Mediterráneo y en los campos de Segunda División de 21 ciudades, en los que el equipo entrenado por Rubi sumaba adeptos y creyentes en la misma medida que un pastor reúne las ovejas de un rebaño disperso, diseminado, algunas perdidas, pero que sabe que están ahí, esperando la llamada del líder que suma en torno a una idea, a un proyecto, el sentimiento cocido a fuego lento durante años. En Leganés se produjo el éxtasis. La confluencia de sentimientos, que pocas veces ocurre, capaz de taladrar el acero más duro. Si tú no logras hacerlo, concurren otros elementos, el "algo tiene que haber, llámalo equis, llámalo energía" del maestro Joaquín Sabina. No pudimos ganar el partido, pero el empate fue suficiente porque la ayuda llegó del Alcorcón, que en el descuento marcó el gol de la derrota del Eibar y nos elevaba al altar de la Primera División. Describir las imágenes de la pasión o de las emociones es algo así como cuando un niño colorea su primer dibujo sin saber mezclar la paleta de colores. Pero esa es la magia. Todo se desborda, en la misma medida que unos se arrodillan mirando al cielo con lágrimas incontenibles por mejillas sudorosas por el calor; otras sonríen sin saber muy bien qué ha ocurrido y tratan de inmortalizar imágenes que distribuyen por redes sociales y que a partir de ahí probablemente engrosarán la nube de los recuerdos; la mayoría establece casi una comunión perfecta entre los afectos y las emociones, que te lleva a abrazar con desenfreno, comulgar con parámetros establecidos y a mirar al cielo dando gracias. Ya saben, por aquello de la 'equis o la energía', porque algo tiene que haber.
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