Santiago Muñoz Machado: "La democracia es casi un milagro"
El director de la Real Academia considera que el peligro de las democracias liberales reside en los intentos de permanencia ilimitada en el poder
El jurista considera una falta de respeto a 60 millones de hispanohablantes norteamericanos que Trump haya suprimido el español de las comunicaciones de la Casa Blanca
Tocqueville en América, Muñoz Machado al sur

Santiago Muñoz Machado ha escrito la historia de los dos siglos de constituciones americanas en De la democracia en Hispanoamérica, una nueva obra del director de la Real Academia, jurista e historiador nacido en Pozoblanco en 1949. No hay fatalismo en su relato de libertadores, caudillos, dictadores y populistas, más bien la tesis de que la "democracia es una cosa muy delicada y hay que estar siempre mirando". Su tesis es que la sustancia de las democracias liberales reside en la alternancia en el poder, un principio constitucional de las leyes fundamentales americanas que, sin embargo, ha sido soslayado una y otra vez. "Estar en el poder un tiempo limitado es sanísimo para la nación y para la mente de los gobernantes, yo creo que los gobernantes cambian mucho de mentalidad a lo largo de los años", afirma el jurista en una lección que vale para Hispanoamérica, pero también para España, para Europa y para Estados Unidos.
Desde que a principios del siglo XIX se sucedieron las independencias americanas, la democracia liberal ha avanzado en el continente entre dolorosos paréntesis para concluir en la actualidad en la aprobación de muchas constituciones que se enmarcan en el nuevo constitucionalismo hispanoamericano. Son los casos de las leyes fundamentales de Venezuela, Ecuador y Bolivia, textos extensísimos, de derechos inabarcables en el que el indigenismo deja su sello con la asunción de muchas particularidades. "Cuidado con los inventores", advierte el historiador, que comienza a hablar en la sede de la RAE, la casa de la palabra. Sus lecciones, se ha dicho, son válidas para ambos hemisferios. "Con Trump lo que hay que hacer es cuerpo a tierra y aguantar", sostiene.
-Al leer el libro se me viene a la cabeza aquello que escribió Mario Vargas Llosa en Conversación en La Catedral. ¿Cuándo se jodió Hispanoamérica? Lo que no está claro es si, realmente, la democracia liberal se jodió en Hispanoamérica o está en periodo de construcción todavía.
-Hay que dejar tiempo aún. El mensaje que traslado en el libro es que la democracia representativa, la democracia liberal, es una forma de Gobierno complicada que ha tenido muchos desfallecimientos en América, pero también en Europa. No quiero hacer una comparación negativa en relación con Hispanoamérica. Es verdad que los fracasos han sido bastante reiterativos, pero yo no me rindo respecto a la reivindicación de la democracia liberal.
"Estar en el poder un tiempo limitado es sanísimo para la nación"
-¿La democracia es la forma más difícil de Gobierno?
- Sí, diría que es el más difícil comparado con cualquier otro. Ser dictador es relativamente fácil, ¿no? Es que es casi es un milagro: que gobierne el pueblo, que se declaren y garanticen las libertades de los ciudadanos y que se funcione con separación de poderes. Ese equilibrio requiere un esfuerzo continuo.
-Pero ha habido muchos paréntesis en la historia de Hispanoamérica en estos dos últimos siglos.
-Sí, hay muchos lapsos. Ellos pretendieron, como el resto de Europa a partir de 1789, que fue el año que se inició la Revolución Francesa, o a partir de 1791, que es el año de la primera Constitución de Francia, o de 1812, que es la fecha de nuestra primera Constitución, que se aplicase ese régimen de libertades y se gobernase según los criterios de la democracia representativa en la que la nación es la soberana. Una gran novedad, pero aquello no fue posible porque la primera dificultad con la que se encontraron, la que yo describo, es que no había Estados.
-La España colonial no había definido las fronteras.
-Sí, ni siquiera España tenía muy claro cuáles eran los límites de aquel territorio en comparación con los vecinos brasileños, por ejemplo. No sabían muy bien hacia dónde llegaba el territorio. Y el criterio que se aplicó para la población, como en España y en Francia, fue que todos los habitantes eran iguales, pero en América eso no fue verdad. En España y en Europa tampoco, pero allí especialmente no fue verdad, porque junto a los criollos, los herederos del poder español, había pueblos amerindios, unos civilizados, otros bárbaros, o sea, no incorporados a la civilización europea. Había esclavos, había una población no alfabetizada, a la que no se concedió la condición de ciudadanos al principio. Y eso duró prácticamente un siglo, hasta que se estabilizaron las fronteras, se definió la soberanía y se concretó la ciudadanía.
-Es decir, que no comenzó hasta principios del siglo XX.
-Sí, que es cuando empieza otro universo y otras dificultades. A principios del siglo XX comienzan las dificultades porque se produce el cambio de dominio de América, en 1898, cuando el Caribe pasa de España a Estados Unidos. Inmediatamente, empieza una época de revoluciones y de dictaduras en la que, de nuevo, la democracia se opaca. Aparecen de vez en cuando luminarias democráticas, pero de modo esporádico.
-Ahí se produce un bandazo de los intelectuales hispanoamericanos, que pasan de la crítica al pasado colonial español al antiimperialismo yanqui. Están Rubén Darío, que escribe que ha visto a los yanquis que comen carne cruda, y sobre todo José Enrique Rodó, cuyo ensayo Ariel reivindica el pasado grecolatino de los ciudadanos hispanos. ¿Esto no es un tanto paradójico? Pasar de criticar con esa fuerza a la España colonial para luchar contra Estados Unidos como imperio. Como un arrepentimiento.
-Bueno, Estados Unidos había hecho muchos méritos desde el siglo XIX para que lo criticaran. El movimiento antiimperialista se genera a partir del siglo XIX, pero estalla con ocasión de la ocupación de Cuba por parte de Estados Unidos. Es un sentimiento muy fuerte que se ha mantenido hasta la actualidad: el antiimperialismo yanqui. Eso que dice Rubén Darío, que tiene el sabor en la boca de la teta de la loba, es como un referente simbólico. Lo que se trata de defender es una cultura que se ha creado en el Mediterráneo y que es muy superior a la cultura yanqui, que es una cultura bárbara en la que lo que importa es el dinero.
-Esa referencia de Rubén Darío a Roma es muy bella.
-Sí, ésta es la protesta que abanderan ese grupo de intelectuales, lo que pasa es que una parte del arielismo, porque al fin y al cabo Ariel de Rodó es la obra más simbólica de todas esas, se hace de derechas y termina cayendo en el fascismo, cuando los fascismos se ponen de moda en Europa, y otra parte se hace muy izquierdista y acaba cayendo en el indigenismo, en un socialismo utópico que abandona lo que había de cultura hispánica y se entrega a la cultura prehispánica. Se pone en valor lo que había allí antes de llegar a España. La derecha se mantiene en cierta medida como antiimperialista. Le resulta más difícil crear valores que, sin embargo, sí existen en la época de Perón en Argentina, valores nacionales capaces de enervar al pueblo.
"Con la independencia de Cuba, observan como han salido de un imperio para meterse en las fauces de otro"
-De ese ambiente surgen muchos populismos. Ha citado a Perón, que creo que es el paradigma del populismo. Pero en el propio José Martí, que regresa a Cuba y muere en la primera batalla a la que asiste, hay mucho de romanticismo. No sé si tanto romanticismo no ha sido el caldo de cultivo de los populismos.
-Sin duda son gente romántica, porque luchar contra el imperio siempre es una cuestión de románticos. Lo que ellos observan es que, después de haber salido de un imperio, están metidos en las fauces del siguiente.
-Volviendo al caso de Perón. ¿Milei es resultado también de lo mismo?
-Milei todavía está sin probar, está en la época menos reflexiva, que son los primeros días de un nuevo gobierno. La verdad es que lo han elegido los argentinos y ellos verán lo que han hecho. Digo con Milei como digo con todos los populistas: que lo importante es que, cuando el pueblo los reprueben, cuando en las próximas elecciones no salgan, que se vayan. El problema de la democracia en América es que la gente tiende a quedarse, buscan formas de ser reelegidos.
-...a pesar de que las constituciones, la mayoría, impiden la continuidad ilimitada de mandatos.
-Lo prohíben todas, pero siempre se las arreglan para seguir mediante cambios constitucionales o para que haya un mandato intermedio de algún tipo que sea fiduciario del poder. Eso es un problema recurrente en las democracias hispanoamericanas.
-Después del periodo convulso de las dictaduras militares de la década de los 80, se llega a este periodo de nuevo constitucionalismo, que tiene cosas muy interesantes, pero que al final ha terminado derivando en una suerte de populismo dirigido por autócratas iluminados que tienden a comerse todos los principios por los que han llegado. Para mí el paradigma sería Hugo Chávez. Al principio no era un dictador, al menos no tenía esa apariencia.
-Era un libertador.
-Quiero decir que ese nuevo constitucionalismo americano tenía cosas muy interesantes.
-Lo tenía y lo tiene. Es decir, tiene de interés que es verdad que hay muchas instituciones de la democracia representativa que están en decadencia en América y en Europa. Y es verdad que hay que remover un poco esos textos para ver si se mejoran. Es una reacción muy influida por una partidocracia que ha dominado los sistemas políticos. Una renovación de los textos constitucionales para incorporar derechos nuevos está bien, porque se están pidiendo también en Europa esa consagración más estable de derechos nuevos. Otra cosa es la exageración en la que han incurrido: hacer constituciones que tienen 400 artículos que no se deja ningún derecho fuera, ningún derecho imaginable, sin consideración a si es aplicable o no, ni quién va a ejecutar esto. O crear instituciones de Gobierno de enorme complejidad en su obligación práctica. Lo digo en el libro: es que si no ha sido posible aplicar los principios de la democracia representativa ordinaria, que era más sencillita, pues imagine esta neodemocracia que es mucho más compleja.
- A lo que se suma el indigenismo.
-No puede negarse que hay una reivindicación indigenista que procede de muchos años atrás, pero que se aviva a primeros del siglo XX y que ha continuado hasta hoy, y que está amparada nada menos que por declaraciones de las Naciones Unidas. Es muy difícil de poner en práctica, porque una de las cosas que se reivindica es el autogobierno. Imagínate lo complicado que resulta en España la organización de las autonomías como para encima añadir comunidades culturales con autogobierno dentro del sistema. Se reivindica la prevalencia de la costumbre ancestral por encima de la ley. Se reivindica una justicia propia india por encima o al lado de la justicia ordinaria. Cosas que son muy difíciles, se reivindican derechos de algunas cosas que hemos considerado hasta ahora inanimadas: la naturaleza, los ríos, los árboles, el medio ambiente general, la Pachamama. Todo esto es muy bonito de decir, pero luego es muy difícil de aplicar.
-En el libro da cuenta de algunas costumbres de las comunidades que pueden estar amparadas por las constituciones y que suponen una violación de los principios de las democracias liberales. Por ejemplo, negar la libertad religiosa porque una nueva religión pone en peligro la esencia de la tribu.
-Europa y América también consiguieron a principios del siglo XIX proclamar principios de igualdad y la regla de la generalidad de la ley: una ley general e igual para todos. Y eso está cediendo, en esas constituciones se pretende que se ceda en beneficio del particularismo, de la costumbre, de las soluciones particulares para grupos humanos, invocando su diferente cosmogonía, la manera de ver el mundo y sus prácticas ancestrales. Pero yo creo que eso se puede mezclar, se puede mezclar lo general con lo particular. Es más, yo creo que, así como desde el siglo XIX el mundo ha hecho un esfuerzo por la generalidad y la igualdad, en el siglo XXI estamos contemplando cada día más que entramos en un universo de desigualdad y de particularismo. Sin perjuicio, de que al mismo tiempo nos estamos globalizando.
- ¿Pero eso es compatible, lo general y lo particular?
-Pues yo creo que sí. En España se hace, hay fueros particulares de algunos territorios y, al mismo tiempo, estamos en el ámbito de la Unión Europea.
-Pero no se le niega a un ciudadano de esos territorios forales la libertad de religión por muy fuerte que haya sido el catolicismo.
-Bueno, hay exageraciones, sí, pero los tribunales constitucionales de estos países lo están tratando de barajar con mucha prudencia. Yo admiro las sentencias que está produciendo el Tribunal Constitucional de Colombia.
-Ahora parece que el populismo ha saltado la barrera de Río Bravo y se ha instalado en el norte. Trump.
-Lo ha saltado con mucho éxito, de una manera escandalosa. Con este presidente lo que hay que hacer es cuerpo a tierra y aguantar, de nuevo aquí hay que esperar ¿Pero esto quién lo ha hecho? Lo han hecho los ciudadanos de Estados Unidos. ¿Y esto quién lo tiene que corregir? Los ciudadanos de Estados Unidos. ¿Dónde está el Partido Demócrata de Estados Unidos, que no está ya planteando cuestiones respecto de un señor que está infringiendo todas las reglas del juego? Pues son ellos quienes tienen que hacerlo. Los demás somos sufridores a más distancia.
- La democracia norteamericana es o era la más potente, pero ahora parece que puede ser destruida.
-Yo no creo que esté destruida, sino que está en peligro. Creo que eso se restablecerá, si no lo creyera teníamos que estar todos haciendo el macuto.
-Trump ha elevado al inglés a idioma oficial y ha eliminado, por ejemplo, el español de la página web de la Casa Blanca. ¿Qué pasará con el español en Estados Unidos?
-Yo creo, deseo, que no pasará nada, creo que seguiremos como estamos hasta ahora y que seguirá creciendo como ha crecido hasta este momento. La respuesta a esa pregunta es que realmente la cultura y la cultura lingüística depende de los ciudadanos y de su voluntad. Cuando las comunidades deciden estar orientadas y usar la lengua que deciden usar, eso es difícil de cambiar ni con decreto ni con presiones.
-¿Y no cree que influye que la Casa Blanca ya no tenga al español en su web?
-Creo que influye, claro que influye. Influye por la falta de respeto a 60 millones de personas que hablan español en Estados Unidos y el menosprecio a una cultura que considera inferior.
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