Rocco, Tancredi, Costello: Alain Delon, fuego bajo el hielo

Cine

El actor, fallecido a los 88 años, demostró una enorme inteligencia para moldear personajes, ayudado por el talento de Visconti y Melville

Alain Delon, en 'El silencio de un hombre' (Le samourai), de Jean Pierre Melville.

El actor más bello del teatro y el cine francés, Gérard Philipe, moría en 1959 a los 36 años. La belleza, en los actores, es una categoría superior a la guapura porque es el reflejo de un carácter en un rostro. Gérard Philipe interpretó en cine a hombres bellos de caracteres y personalidades igualmente bellas, con un punto de vulnerabilidad y ternura que lo hacía irresistible. Fue el marqués Del Dongo de La cartuja de Parma (Christian-Jaque, 1947), el conde en La ronda (Ophüls, 1950), Julien Sorel en Rojo y negro (Autant-Lara, 1954) o Modigliani en Montparnasse 19 (Becker, 1957). Un año después de su muerte, en 1960, estalló como su heredero en versión dura Alain Delon, fallecido a los 88 años, con A pleno sol (Clément, 1960) y Rocco y sus hermanos (Visconti) tras abrirse camino desde 1957 con pequeños papeles.

Había nacido el bello acanallado con cara de ángel caído y alma oscura. La belleza se la dio la naturaleza. El conocimiento de la oscuridad se lo dio su difícil infancia, adolescencia y primera juventud, criado en hogares de acogida y centros de adopción, mal estudiante expulsado de varios colegios, soldado en Indochina experto en calabozos, conocedor de los bajos fondos de París -de los que amó su poesía salvaje- trabajando como cargador en Les Halles o camarero y sobreviviendo como beau garçon protegido por gigolos, homosexuales y prostitutas. Saltó al cine desde la cama de la actriz Brigitte Auber, que lo puso en contacto con actores, directores y representantes. Entre ellos Henry Wilson, buscador de talentos y bellezas para David O. Selznick, que tenía en su cartera a Rock Hudson, Tab Hunter o Troy Donahue. Tras unas pruebas en Roma Selznick le ofreció un contrato por siete años a condición de que aprendiera inglés. Mientras lo estudiaba su nueva amante, la actriz Michèle Cordue, convenció a su marido, el director Yves Allégret, para que le diera un pequeño papel en Quand la femme s’en méle. Era 1957. Se iniciaba la carrera que solo tres años más tarde conocería la cumbre, convirtiéndolo instantáneamente en una estrella, con las películas de Clément y Visconti. Su relación con Romy Schneider lo convirtió también en estrella del papel cuché.

A diferencia de Gérard Phillipe, cuyo trono vacío ocupó Delon cuando aún estaba caliente, representaba una belleza sin virtudes morales, sin un carácter noble y, sobre todo, helada (lo que no quiere decir sin capacidad abrasadora de seducción: el hielo también quema). En A pleno sol era el hermoso y perverso Tom Ripley. En Rocco y sus hermanos era el emigrante del sur en una gélida Milán Rocco Parodi, boxeador que combate para sacar adelante a su familia mientras la lucha con su hermano Simone por Nadia teje la tragedia. En ambas, por casualidad, Nino Rota fue el compositor que puso música a la emergencia de Delon.

Alain Delon, en 'A pleno sol'.

Su perfil estaba ya trazado gracias a su encuentro con dos grandes directores, sobre todo con Visconti, que tres años más tarde le ofrecería el que sería el primer mejor papel de su carrera, y gracias a su inteligencia, a la conciencia de las posibilidades que su físico, esa mezcla única de belleza y dureza, le ofrecía como actor no resignado, desde el principio, a ser un guapo más. Lo prueba su duelo, siendo un don nadie, con los productores y el director de A pleno sol. Le ofrecieron el papel del rico Philippe, pero él prefirió el del bello y maldito Ripley, que encontraba más adecuado a su físico y sus capacidades expresivas. Años después contó: “Fue horrible. Los hermanos Hakim, los productores, gritaban: ¡Cómo se atreve! ¡Usted no es más que un pequeño imbécil desconocido! ¡Debería pagar por interpretar este papel!. La cosa duró hasta las dos de la mañana, siempre al límite de la ruptura definitiva. Sobrevino un silencio impresionante que rompió la voz de Bella, la mujer de Clément: ‘René, querido, el chico tiene razón’”. Delon demostró su inteligencia al escoger este personaje, marcando el rumbo de su carrera en la que esquivó, siempre gracias a su inteligencia, quedar encasillado pese a asumir como marca interpretativa la personalidad de la belleza helada de un volcán islandés que oculta su fuego bajo el hielo. Y al ponerse en manos de genios del cine que supieron dar matices muy personales a sus personajes. Como si en él se fundieran la dureza de Jean Gabin, el actor que más admiró y el que le descubrió su vocación por el cine cuando vio Touchez pas au grisbi y la belleza de Gérard Philippe.

Dije que Rocco y sus hermanos fue el primero de los que para mí son los tres mejores papeles de su larga filmografía. Y que Visconti también le ofreció tres años más tarde su segundo mejor papel, el del príncipe Tancredi. Es el momento en que más se aproximó a los personajes de Gérard Philipe. Duro y tierno, altivo y seductor, calculador y sincero, héroe y oportunista, con el personaje Tancredi, persiguiendo por las estancias del palacio a la hermosísima Angeliza o bailando con ella ante la mirada melancólica de Burt Lancaster, Visconti logró sacar nuevos perfiles al icono Delon.

¿Y cual sería la tercera mejor interpretación, en mi opinión, de este grandísimo actor que fue dirigido por Antonioni, Malle, Losey, Schlondorff o Godard, por citar solo a los más grandes, e interpretó también grandes éxitos populares? Sin lugar a dudas el asesino a sueldo Jeff Costello de El silencio de un hombre de Jean Pierre Melville (Le samourai, 1967). Solo un genio como Melville, que releyó el cine negro americano a la severa luz jansenista de Pascal con un toque de fatalismo oriental, pudo extraer de Delon esta interpretación gélida en la que un asesino actúa como un samurái que se auto inmola como si siguiera el estricto camino ético del bushido. Melville lo volverá a dirigir en 1970 en otra obra maestra del cine negro, Círculo rojo -encabezada por una cita de Rama Krishna que alude al carácter ineluctable del destino, de la que toma el título- en la que interpreta al gánster Corey. Y en 1972 en Crónica negra, en la que cambia de bando, pero no de carácter, interpretando un ambiguo comisario a la vez fiel y corrupto.

De entre sus muchísimos personajes del cine de autor o del popular, Delon será para siempre Rocco, Tancredi y Jeff gracias a la inteligencia con la que fue moldeando personajes a partir de su físico -belleza helada, seducción y talento- y al genio de Visconti y Melville para construir con él grandiosos personajes trágicos.   

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