Ser pacientes, el antídoto al virus

CORONAVIRUS ALMERÍA

Los psicólogos almerienses Almudena Alonso y Adrián Palma analizan las sensaciones que puede encontrarse la sociedad durante el confinamiento y la posterior ‘reconquista’ de las calles

La psicóloga almeriense Almudena Alonso
Tito Sánchez Núñez

21 de abril 2020 - 04:00

“Los datos indican que a partir de diez días de privación de libertad, los efectos negativos a nivel emocional aumentan. El equilibrio emocional se ve afectado y quizás lo más duro esté por llegar. Volver a la normalidad implica prepararse para otro delicado golpe que toca encajar. No va a ser fácil, eso seguro. Decir lo contrario sería empezar con mal pie la ‘reconquista’”.

Quien habla es Almudena Alonso, licenciada en Psicología por la Universidad de Almería y máster en intervención psicológica y neuropsicología clínica. Para ella, el camino de la transición será recorrido por secuelas psicológicas que irán dejando huella. “No a todos, pero sí quizás a los más vulnerables a nivel emocional”, explica.

Aumento del estrés, problemas de insomnio, ansiedad generalizada, miedos desmedidos, hipocondría, trastornos obsesivos-compulsivos nuevos o incluso los ya superados, negativas a ir a espacios públicos, evitar aglomeraciones, dejar de dar abrazos e incluso un temor que puede llevar a esquivar a aquellos que han estado en la primera línea de batalla por miedo a ser contagiados son algunos de los principales problemas psicológicos a los que la sociedad podría enfrentarse una vez se supere la actual situación de confinamiento a causa de la pandemia del coronavirus covid-19. “Probablemente, seremos partícipes de una histeria generalizada caracterizada por la aprensión a volver a reunirnos o a mezclarnos con nuestros seres queridos”, comenta Almudena. Secuelas que “pueden ocultarse durante los primeros días de libertad, superadas por unas ganas imperiosas al contacto con los nuestros, pero que podrán aparecer incluso algunos meses después”.

La mejor receta, para empezar, según Almudena, es la de apelar a la responsabilidad y al sentido común. “Sentir, identificar, aceptar que nos enfrentamos a una nueva realidad, diferente a la anterior, por lo que será mejor si somos tolerantes con ello. El antídoto al virus continúa por ser pacientes y darnos tiempo para entender que la adaptación a la nueva realidad no será inmediata, que conllevará tiempo y un afrontamiento activo por nuestra parte. Una vez nos hayamos dado tiempo estaremos en disposición de cerrar una etapa que queda atrás, la del confinamiento, extrayendo aquellos aprendizajes y enseñanzas valiosas que nos ha ofrecido”. También caer en la cuenta del altruismo y de la solidaridad de la población “nos hará despedirnos con buen sabor de boca de esta etapa”.

El psicólogo almeriense Adrián Palma / Ana Martos

Una etapa en la que los ciudadanos han sufrido los efectos físicos y también emocionales de la pandemia, más aún si se ha perdido el trabajo por el camino. Cansancio, aburrimiento, desánimo para realizar actividades comunes y un estado de ánimo deprimido son, según Adrián Palma, graduado en Psicología por la Universidad de Granada y que además se ha formado en las de Almería y Viena (Austria), emociones normales para la anómala situación actual. “La falta de actividad y de los reforzadores de los que disfrutábamos antes pueden sumirnos en este estado deprimido y desarrollar actividades placenteras o de las que disfrutábamos antes es de vital importancia para evitar la espiral de inactividad y tristeza o salir de ella”.

Esa inactividad puede ocasionar también falta de productividad. “Levantarse por la mañana o por la tarde sin un motivo para ello puede ser una sensación muy desalentadora. Hay mucha sabiduría en Nietzsche cuando dice que quien tiene un por qué para vivir puede soportar casi cualquier cómo. Nos han arrebatado de la noche a la mañana nuestros por qué y debemos buscar otros que los sustituyan. Crear rutinas y organizar el día puede ayudar a dedicar el tiempo necesario a actividades productivas como aprender a tocar un instrumento o ponerse en forma”, comenta.

Otras emociones comunes durante el confinamiento, opina Adrián, son la irritabilidad, el enojo o la sensación de injusticia por no poder realizar las actividades deseadas, “todas ellas emociones legítimas pero sustentadas en una mala adaptabilidad. Para superarlas tenemos que hacer hincapié en la temporalidad de la situación y trabajar nuestra paciencia y tolerancia al estrés”.

Todas estas emociones pueden ir acompañadas de una hipervigilancia en las sensaciones corporales. “Tratar de relativizar el peligro y desviar la atención hacia otros estímulos, como pensar en lo que haremos cuando salgamos o realizar alguna actividad que nos entretenga, pueden ayudar a aliviar parte de esa tensión”, explica.

Para Adrián, una de las sensaciones más duras de sobrellevar es la de la soledad. “Somos animales sociales y requerimos del contacto como una necesidad más. Para satisfacer esta necesidad en la situación actual podemos hacer uso de las redes sociales, videollamadas, llamadas... Las nuevas tecnologías ponen a nuestro alcance los medios necesarios para que, si queremos, no tengamos que sentirnos solos”, afirma.

También el insomnio, que puede deberse a la falta de horario y al solapamiento de los momentos y sitios para el trabajo y el descanso. “Pequeños gestos como cambiarse el pijama a la mañana, no trabajar donde se descansa o no llevarse el móvil a la cama pueden ayudar a mejorar la calidad del sueño”. Aunque también puede deberse a pensamientos intrusivos durante la noche que mantienen el estado de ansiedad.

“Ante estos pensamientos no debemos tratar de bloquearlos o huir de ellos, porque estaríamos creando el efecto contrario y volverían con más fuerza. Por el contrario, aceptarlos como un pensamiento más y desviar la atención amablemente hacia otros pensamientos agradables debería tranquilizarnos lo suficiente para poder conciliar el sueño”, explica Adrián.

Para lo que viene después será clave, insiste Almudena, tener “una buena conducta hacia la situación”. Identificar, procesar y expresar las emociones que la nueva realidad vaya provocando para que no se enquisten y provoque malestar emocional. “Hablar de lo que sentimos nos libera y nos sana de una manera muy sencilla”, dice.

Por último, respetar los tiempos, cumplir las medidas de seguridad de los especialistas y “tratar al miedo desmedido de tú a tú, aceptándolo pero no permitiendo que nos limite e impida conocer esta nueva realidad”. Y si la preocupación se apodera de nosotros y que no sabemos muy bien cómo deshacernos de ella, no dudar en buscar ayuda de los especialistas. La intervención temprana es la clave de cualquier cura.

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